Recientemente, hemos visto una trágica historia que se repite. Durante el invierno, cuando el tiempo se vuelve severo, aumenta el flujo de personas migrantes que intentan cruzar las fronteras marítimas para llegar a Grecia. Esto se debe a que, en condiciones tempestuosas, tienen más posibilidades de evitar expulsiones de personas migrantes, ya que las personas guardacostas griegas patrullan con menos frecuencia. Sin embargo, esta elección pone sus vidas en inmenso riesgo, ya que las embarcaciones que utilizan suelen estar mal construidas y no son aptas para este tipo de viajes.
En las dos últimas semanas se han producido al menos tres naufragios cerca de las islas griegas, que han provocado pérdidas devastadoras. Personas, jóvenes y mayores, se ahogaron mientras buscaban un futuro mejor en Europa. La postura de los gobiernos y de las personas gobernantes hacia estas personas es descorazonadora. Son las mismas fuerzas que inician guerras y crean oleadas migratorias masivas, pero también eligen ahogar, rechazar y borrar a estas personas en lugar de protegerlas. Creen que son les fuertes, mientras que les demás son débiles.
Pero no debemos dejar que crean esto. Debemos oponernos a esta injusticia. Tenemos la obligación de apoyar a las personas migrantes, crear redes de solidaridad y alzar la voz cada vez que ocurra una tragedia. Debemos protestar por cada naufragio y cada vida perdida. Sólo a través de la acción, la solidaridad y la presión implacable puede haber esperanza de cambio. Debemos negarnos a permanecer en silencio.
Oremos todes juntes, desde todos los rincones del mundo, por la apertura de fronteras, la libre circulación y un mundo de igualdad, solidaridad y justicia. Esperemos que no se pierdan más vidas y oremos por un mundo en el que cada persona tenga el lugar que merece.
