Los parientes de las montañas

En las tierras fronterizas kurdas, Mam Qadir cuenta a ECAP Kurdistán Iraquí sobre la pérdida de su hija y de su hogar familiar.
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A man speaking
Mam Qadir (right) with a relative.

Mam Qadir y su esposa Bayan nos reciben en el salón de su casa familiar, con sus hijos y la única hija que les queda. Si Zeitun no hubiera sido asesinada por un mortero iraní en el 2019 tendría 21 años, sería la hija mayor de la familia, la hermana mayor en cuyo hombro descansarían sus cabezas en momentos de dolor. El mortero se lo llevó todo – la casa, todos los árboles que elles habían plantado con sus manos en el huerto – aniquilando su esperanza de reconstruir un hogar en su aldea ancestral de Bole. El mortero se llevó su riqueza y sus sueños de volver.

A pesar de que en todo momento se oía el sonido de drones que sobrevolaban sus cabezas, recordándoles que la ocupación turca les vigilaba, que en cualquier momento podían sospechar de elles como guerrilleres del ‘PKK’ y bombardearles; a pesar de que sabían que las personas iraníes les vigilaban, que en cualquier momento podían sospechar de elles como Peshmergas del ‘KDPI’ y dispararles con morteros y artillería; elles insistieron en crear su refugio, su forma de regresar a la tierra de sus antepasados.

Se necesita mucho tiempo para que una comunidad abandone las formas tradicionales de vivir, de relacionarse, de conectar con la tierra, con el hogar y el país. La familia de Mam Qadir pertenece a la tribu Bradost. Casi todas las familias de las víctimas con las que me he reunido con el equipo de ECAP-KI pertenecían a las tribus Bradost, Herki y Surchi, cuya tierra ancestral se extendía mucho más allá de las fronteras artificiales que Turquía, Irán e Irak siguen intentando imponer a las comunidades zagrosas con violencia genocida.

Los antiguos imperios locales de las personas safávidas y las qajares (en Irán) y las otomanas (en la actual Turquía), intentaron dividir sus territorios con una frontera estable que atravesaba la tierra tradicional de las personas kurdas y otras tribus y naciones zagrosas. Pero a las comunidades locales nunca les importaron esas fronteras. La Tribu Herki siguió desplazándose más allá de la frontera iraní, hacia el Kurdistán Oriental, hasta finales de la década de 1970. Aún continúan los matrimonios transfronterizos, el comercio, el tráfico no autorizado, las peregrinaciones a lugares sagrados musulmanes e indígenas, las negociaciones tribales y otras actividades relacionadas con la comunidad. Este territorio es una de las últimas zonas aún no ocupadas del Kurdistán.

Ahora que varios morteros iraníes habían alcanzado la casa de Mam Qadir y su familia, matado a su hija Zeitun, de 17 años, y herido a su otro hijo, elles no querían volver a Bole, tan cerca de la frontera iraní. No han reconstruido la casa ni tienen planes de hacerlo.

Sin embargo, un día, no hace mucho, varias antiguas amistades de Mam Qadir, cuyo campamento nómada estaba en la zona, insistieron en que Mam Qadir fuera a visitarle. Él quería experimentar la alegría de estar junto a sus parientes y amistades. Le gustaba la caza y quería ir a cazar con elles. Cuando cuenta la historia, él brilla, y se puede ver una leve sonrisa bajo su bigote. Fue a cazar y mató un conejo salvaje.

Después volvieron al campamento, comieron, contaron chistes y bebieron tazas de té negro azucarado hecho en una hoguera. Se acomodaron en sus camas, planeando disfrutar de un poco de sueño en las tierras altas bajo las tiendas de pelo de cabra.

Alguien llamó y dijo que habría un bombardeo iraní en los próximos días; elles tenían que marcharse inmediatamente. Se corrió la voz entre los campamentos y se inició el éxodo de las 500 familias de la zona. Mam Qadir ayudó a sus amistades y familiares con el traslado. Tuvieron que recoger todo, desmontar las tiendas, reunir a los animales para conducirlos montaña abajo y organizar el transporte con todos los coches y camionetas disponibles. Esto les recordó el gran éxodo de 1991, cuando la mayoría de la población del Kurdistán Iraquí abandonó sus hogares en dirección a las fronteras temiendo el regreso de las fuerzas del régimen baasista. Se publicaron vídeos en Internet. Cualquiera que viera la caravana de nómadas que huían por la mañana temprano se escandalizaba, se horrorizaba, recordaba y se retraía.

Mam Qadir se encontró en una mezquita de una aldea de las afueras de Soran, donde él vive ahora. “Tenía los ojos llenos de polvo”, nos cuenta. “Era como si alguien me hubiera metido polvo en los ojos con las manos”. Hizo el ritual Uthu en la mezquita, lavándose el polvo de los ojos y de la cara, lavándose los brazos, las piernas y la frente. Él hizo la oración de la mañana y llamó a Bayan para que le preparara el desayuno. Pero él estaba tan cansado que, una vez en casa, ni siquiera pudo comérselo. Se tumbó en el suelo y se quedó dormido hasta las dos de la tarde.

No hubo bombardeos durante los dos días siguientes. Pero todes sabían de qué huían. Rara vez se puede encontrar a alguien entre las tribus Bradost, Herki y Surchi que no haya perdido a una amistad, un primo o una prima, una madre o un padre, un pariente o una persona vecina a causa de los bombardeos, los fuegos de artilleria y los ataques con drones turcos e iraníes. Así es como funciona en su actividad cotidiana el genocidio cultural contra los pueblos indígenas de los Montes Zagros. Así es como se despoblan las montañas y aldeas del Kurdistán y se sustituyen por bases militares y zonas de contención. Así es como las montañas son despojadas a la fuerza de sus leales custodios.

Surchi, Bradost y Herki son parientes de las montañas. Y les parientes no olvidan a les parientes. Las montañas siempre recordarán a Zeitun, siempre estarán esperando que esas 500 familias regresen cada verano con sus animales. No es la primera vez que el estilo de vida nómada de las personas indígenas zagrosianas se ve perturbado por las fuerzas de ocupación, y no será la última vez que elles vuelvan, que se sienten bajo sus tiendas de pelo de cabra, beban té, cuenten chistes y asen conejos salvajes en cálidas brasas que brillan en la oscuridad.

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