En la Isla de Lesbos, el nuevo campo de personas migrantes propuesto, Vastría, sería un monumento a la injusticia. Construido en un bosque propenso a los incendios, pondría en peligro tanto la tierra como a las personas atrapadas en su interior. Sería un símbolo de la política europea de fronteras, que rechaza a quienes huyen de la guerra, el hambre y la persecución. No sería un lugar de refugio, sino de confinamiento, diseñado para aislar y controlar.
Las voces de Lesbos se han pronunciado en contra. Temen por su isla, sus bosques y su dignidad. Los tribunales pueden retrasar su apertura, pero el gobierno sigue adelante con el proyecto. Ignora las lecciones de Moria, de Idomeni y de las innumerables tragedias en el mar.
Esta prisión no debe mantenerse en pie. Cada retraso debe crecer, cada batalla legal debe triunfar y cada intento de terminar este proyecto debe derrumbarse por su propio peso. Quienes quieren construirla deberían abandonar sus planes, quienes brindan financiamiento deberían retirarle su apoyo, y quienes la defienden deberían reconocer el daño que causarían.
Que prevalezca la justicia y que este lugar nunca exista.