Es tan doloroso ver cómo se desploma la vida de la juventud en Barrancabermeja. Como se apaga su fuerza atravesada por las balas. El corazón se comprime al imaginarse a una madre, a un padre, corriendo desesperados para ver si el cuerpo tirado en la calle es de su hijo, hija, hermana, hermano. Cuántas veces hemos llorado en casa por leer las noticias, por escuchar a la vecina que acaba de perderlo todo. Y no importa donde vives en Barrancabermeja todos los barrios están afectados. Vivimos tan cerca del dolor que alguna vez dijimos ser capaces de salir a resistir. De enfrentar la muerte por la necesidad de vivir en paz. Pensamos que esas balas también nos pueden alcanzar y nos prometemos que vamos a decir algo, a hacer algo, para que no sigan matando.
¿Qué somos entonces si preferimos quedarnos quietos, cuando tenemos la oportunidad de gritar que no estamos de acuerdo con la muerte? ¿Qué somos si renunciamos a proteger y defender la vida esperando que otras personas lo hagan? Se ha perdido el sentido de la humanidad. Nos estamos matando con la indiferencia y el miedo que nos paraliza. No terminamos de entender lo que significa realmente exigir la vida. No hemos comprendido que romper el silencio puede hacer cesar los asesinatos e injusticias. Duele defender la vida, pero duele más perderla. Así que no perdamos la esperanza y levantémonos a enfrentar mano a mano la violencia que quiere que nos quedemos en silencio.
Pedimos sus oraciones para todas las personas y familias que han perdido familiares o amistades al conflicto armado en Colombia en esta silenciosa guerra llena de lágrimas.