por Rûnbîr Serkepkanî
Caminábamos por el pueblo de Moria en Lesvos cuando vimos un humo espeso que se elevaba en la distancia desde una zona cercana al campo de concentración de Moria. En el camino vimos migrantes, principalmente de Afganistán, que caminaban lentamente en la dirección opuesta. Les pregunté a algunos de dónde venía el humo. «Una tienda de campaña se ha incendiado, supongo», respondió uno. «¿Hay fuego en el campamento?» le pregunté a otro migrante: «Supongo que sí», respondió.
Creo que los migrantes están acostumbrados a estos incendios y a las peleas que estallan en Moria que nosotros, la gente de afuera, encontramos impresionantes. Mientras seguíamos caminando, vimos que algunos aldeanos de Moria estaban conversando fuera de un garaje mientras miraban el humo, al parecer una escena común para quienes viven cerca de allí.
El fuego fue lo primero que vimos cuando llegamos al campo de concentración. Un gran número de personas se habían reunido a su alrededor. Algunos tomaban fotos y otros sólo esperaban para ver otro incendio, otro incidente preocupante que pudiera ocurrir en el «hotspot» (un lugar donde es probable que ocurran eventos peligrosos o peleas) que se vieron obligados a habitar por las políticas de todo un continente. El cuerpo de bomberos, la policía y los reporteros también estaban allí. A medida que nos acercábamos, vimos a un alto periodista rubio que estaba trabajando tratando de cosechar las lágrimas de un migrante camerunés que lloraba. Un hombre de una ONG le dijo al periodista de una manera amable que no era apropiado tomar una foto de un hombre en peligro sin su consentimiento. El periodista probablemente pensó: «Pero ¿cómo puedo obtener el consentimiento de un hombre mientras está llorando? ¿por qué no tomar la fotografía ahora y obtener luego su consentimiento una vez que se haya calmado?”. El consentimiento para contar otra historia que todos ya conocen de la vida dentro de este campo de concentración.
Cincuenta y cinco personas, la mayoría de las cuales son de África occidental, habitaban esa tienda que se incendió. El hombre de Camerún que estaba llorando había perdido todos sus documentos. También vimos a otro hombre correr hacia los arbustos y golpearse la parte posterior de la cabeza con las palmas de las manos; es probable que él también haya perdido todos sus documentos.
En este mundo, tu eres tus documentos. Sin documentos eres un ser sin historia. Eres un «VogelFrei», libre como un pájaro. Libre para ser explotado por el mercado de vampiros, libre para ser encarcelado, golpeado y «eliminado». Todos en esta isla que no sean blancos y que no sean de occidente son «VogelFrei» a menos que tengan pasaportes y los documentos que les otorguen libertad de movimiento.
Lxs migrantes observan cómo se queman las carpas.
Se ha convertido en una práctica habitual entre los grupos de solidaridad en Mytilini que cuando se toma una foto no se captan los rostros de las personas que están en la toma, especialmente si hay migrantes presentes. Sin embargo, esta estrategia crea la preocupación de convertir a los migrantes en una masa sin rostro, de los cuales luego se puede generalizar y estereotipar fácilmente. Las preguntas más importantes que deberíamos hacernos son estas: ¿qué es un rostro sin nombre y sin historia? ¿por qué necesitamos unir caras a estas historias? Cuando se toma una foto y luego la separa del rostro, de la persona y de las experiencias de las que vino ¿a qué historia o pieza de arte vas a adjuntarla? ¿qué historia representa esa composición?.
¿Queremos conectarnos con imágenes de personas que están oprimidas y que están en movimiento más de lo que queremos conectarnos con su derecho a la libertad de movimiento, de seguridad, de dignidad, de comodidad y de respeto? ¿una imagen nos ofrece la oportunidad de reflexionar sobre la injusticia que se vive en las fronteras? ¿es esta una oportunidad para que los privilegiados de Europa, los EE. UU. y el resto del “occidente” cuestionen cómo se favorecen y se benefician de las fronteras?, o ¿sólo es una razón más para sentir pena o disgusto?
En este punto uno puede plantearse una pregunta sobre la neutralidad. Sobre eso, simplemente preguntaría, ¿neutralidad de quién? Moria no es una zona de conflicto donde dos bandos con poderes iguales están luchando por algo; Es un campo de concentración. Es un lugar donde las personas se concentran a la fuerza en un «hotspot». El policía de Moria es la mano extendida de cada parlamentario y político en la Unión Europea. Las personas encarceladas en Moria son seres humanos que nacieron libres y que han sido despojados de su derecho a migrar a donde quieran en este planeta.
Cada uno de ellos posee su propio rostro, sus propias lágrimas y sus propias historias.