Para que no existan más mundos construidos tras las rejas

El gobierno griego celebra su gestión de la crisis migratoria, dejando a su paso atroces violaciones de derechos humanos.
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Dos piezas de maquinaria grande mueven tierra en un sitio propuesto para un centro de detención de migrantes para gestionar la crisis de personas refugiadas
Bulldozers mueven tierra en el sitio propuesto para un nuevo centro de detención en la isla de Lesbos.

Lesbos tiene una larga historia de personas refugiadas, que se remonta mucho antes de lo que llamamos la «crisis de personas refugiadas» del 2015. Miles de migrantes han pasado por la isla. Las personas más afortunadas han podido marcharse. No han sido pocas las personas varadas en los últimos años en nuestra isla. Lo mismo ocurre en las demás islas del Egeo. No nos engañemos pensando que la crisis de personas refugiadas ha terminado, solo porque la población en los centros de detención ha disminuido en los últimos meses y que muy pocas personas son recién llegadas. Mas bien debemos preguntarnos, ¿a qué costo está ocurriendo esta reducción? Miles de personas migrantes están varadas en la costa de Turquía, sin poder cruzar, mientras que los ‘empujones’ ilegales ocurren todos los días en las aguas del mar Egeo, lo que provoca que las personas se ahoguen y pierdan la vida.

Sin embargo, el Gobierno Griego está orgulloso. Afirma que ha sido capaz de «gestionar» la crisis migratoria con más éxito y que ha resuelto el problema del aumento de los flujos migratorios hacia las islas del Egeo. El gobierno espera lograr plenamente su objetivo tan pronto como lance dos centros cerrados de detención de inmigrantes en las islas de Lesbos y Quíos. Estos centros de detención estarán en lugares remotos de las islas; las personas no podrán circular libremente salvo por razones específicas y limitadas, y quedarán completamente excluidas de la realidad social. No debemos olvidar que estamos hablando de almas humanas que no migran por elección, sino que se ven obligadas a hacerlo por las condiciones que viven en su país. Al llegar a Grecia y Europa, estas personas son objeto de un trato violento y trágico. En lugar de encontrar alivio y sentirse seguras, continúan luchando todos los días.

Oremos por fronteras libres y una vida de libertad para todas las personas.

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