El 1 de marzo del 2023 se produjo un trágico accidente en Grecia. Un tren de personas pasajeras y un tren comercial chocaron de frente en el área de Tempi (cerca de la ciudad de Larissa en Grecia Central), provocando la muerte de 57 personas. Este incidente, sin embargo, no fue exactamente un accidente. Muchas personas se refieren a este incidente como un “crimen presagiado”. Los sindicatos de trabajadores llevan varios meses advirtiendo sobre el riesgo de accidente por el deplorable estado de la red ferroviaria.
La información que salió a la luz tras el accidente hizo que muchas personas a lo largo del país reflexionaran sobre la vida como la suerte del sorteo. La injusta pérdida de estas 57 vidas está precedida por otras pérdidas de vidas humanas en mar y en tierra. Pérdidas que no han alcanzado el discurso público más amplio, como las de las aguas del Egeo tras un naufragio en Lesbos el 6 de octubre del 2022 que costó la vida de 19 personas.
Deberíamos llorar y afligirnos por todas estas vidas inexcusablemente perdidas. Al mismo tiempo, debemos exigir verdad y justicia por las circunstancias y responsabilidades que llevaron a estas muertes. Nos negamos a «vivir por casualidad» o a morir porque fue «un mal momento».
Cuando los crímenes de personas en naufragios y por expulsiones de personas migrantes el Egeo quedan impunes sin que nadie asuma la responsabilidad, es inevitable que vuelvan a ocurrir «accidentes» como el choque de trenes.
Es este punto de intersección el que debemos sacar a la luz si pretendemos dar la debida dignidad y respeto a la vida humana. Después de todo, no debemos olvidar lo que la historia nos ha enseñado de la manera más brutal: que la devaluación de la vida y de la muerte de unas pocas personas allana el camino para la devaluación de más y más. O dicho de otro modo: “Hoy elles, mañana nosotres”.
Oramos para encontrarnos en las luchas por la justicia social y para hacernos más fuertes juntes.