Es febrero y hace mucho frío en Lesbos, Grecia. El viento sopla del norte y las olas son enormes. La posibilidad de otro naufragio es un temor diario. Todos los días nos despertamos y pensamos: espero que todas las personas que viajan e intentan llegar a las costas de las islas griegas hayan llegado sanas y salvas. El temor se hace mayor incluso si ellas sobreviven a las olas, porque nadie sabe si escaparán de las autoridades griegas que cogen las embarcaciones y las arrastran de vuelta a aguas turcas o que podrían secuestrarlas en la isla, esconderlas y arrojarlas de nuevo al Mar Egeo para que luchen contra las olas. Son personas comunes, que intentan escapar de guerras y penurias, en busca de un futuro mejor.
Estas personas esperaban llegar a un refugio seguro, a algún lugar donde se les trataría mejor que en donde se les obligó a marcharse. Un lugar donde se les permitiría respirar libremente, amar, enamorarse, jugar y criar a sus hijes. Pero al final, ¿en qué se ha convertido este viaje? ¡En temor! Ellas tienen miedo de llegar a Grecia, miedo del viaje para llegar a las costas de Lesbos, miedo de llamar a las autoridades griegas en caso de que realicen expulsiones de personas migrantes. Se esconden durante horas en los bosques, con la esperanza de que alguien les encuentre. Escondiéndose y congelándose, orando y haciendo lo que pueden para mantenerse calientes y sobrevivir.
Lo gritamos alto: ¡abran las fronteras! Lo gritamos alto: ¡no pongan en peligro la vida de las personas! ECAP – Solidaridad con Migrantes en la Región Egea está con las personas migrantes. ¡Estaremos presentes con ellas e incidiremos y nos organizaremos junto a ellas para exigir una vida digna y el derecho a vivirla!
¡Oramos por un mejor y más seguro derecho de circulación, con fronteras abiertas, amor y solidaridad!