Hambre entre los escombros

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Mural from Aida Refugee Camp in Bethlehem
Mural del campo de personas refugiadas de Aida en Belén

En la actualidad, en la Franja de Gaza, muchas personas palestinas no sólo sufren los horrores de la guerra y el desplazamiento, sino que también se enfrentan a una crisis de hambruna cada vez más devastadora. Familias enteras han sido desarraigadas, sus hogares reducidos a escombros, vidas perdidas y la capacidad de satisfacer las necesidades humanas básicas despojada. En este caos, el alimento, una necesidad fundamental, se ha convertido en un lujo que muches ya no pueden permitirse.

Les niñes y, sus madres y padres se van a la cama con hambre, a menudo sin haber comido nada en todo el día. Se despiertan con el mismo vacío en el estómago, sin la promesa de que nada vaya a cambiar. Las madres recorren largas distancias en busca de alimentos para sus hijes, y a menudo regresan casi sin nada. Algunas hacen cola durante horas en cocinas improvisadas o puntos de distribución de alimentos, sólo para ser rechazadas porque simplemente no hay suficiente para todes.

Para muchas familias, una sola comida pequeña debe compartirse entre varias personas. Les niñes hacen cola fuera de las tiendas de campaña, aferrándose a cuencos vacíos con la esperanza de conseguir una cucharada de arroz, un trozo de pan, algo caliente que les quite el hambre. Las mujeres embarazadas y las madres lactantes suelen estar desnutridas, incapaces de alimentar a sus bebés, quienes dependen de ellas. La desnutrición debilita el sistema inmunitario y agrava el sufrimiento causado por heridas, infecciones y traumatismos. Y con los hospitales destruidos o desbordados, incluso la atención médica básica es a menudo inalcanzable.

No se trata sólo de alimento. Se trata de dignidad, supervivencia y el derecho de todo ser humano a vivir sin miedo a pasar hambre.

Mientras nos reunimos con nuestros seres queridos y nos sentamos a nuestras mesas repletas de comida, tomémonos un momento para hacer una pausa y reflexionar. Cada plato de comida que tenemos delante es un privilegio que muches no tienen. Nuestras sobras, tiradas a la basura, nos recuerdan lo que otres buscan desesperadamente. No demos por sentado el confort de una comida completa, un hogar cálido y la seguridad de disfrutarlos en paz.

Recordemos a los niños y a las niñas que lloran hasta dormirse con el estómago vacío, a las madres que se saltan comidas para que sus hijos e hijas puedan comer y a los padres que van de albergue en albergue buscando restos de comida. Tengámosles presentes en nuestras oraciones.

En tiempos de abundancia, compartamos. En tiempos de paz, incidamos por quienes viven en guerra. Y en nuestros momentos de tranquilidad, llevemos el recuerdo de cada niño y cada niña sufriendo hambre, de cada familia desplazada y de cada alma del mundo entero que, esta noche, dormirá sin comer.

Este momento hace un llamado a la humanidad colectiva a recordar, a sentir empatía y a actuar. Las personas palestinas no son estadísticas ni titulares. Son seres humanos. Y ahora mismo, están sufriendo hambre.

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