Los días 23 y 24 de febrero, un grupo de profesores y empleades del gobierno se reunieron para bloquear la carretera entre Arbat y Sulaimani. El bloqueo formaba parte de una campaña en curso sobre salarios impagados. Lo que empezó siendo un pequeño grupo, al segundo día se había convertido en una multitud de cientos de personas. El bloqueo se dirigía directamente contra las petroleras, símbolo de las disputas por los ingresos del petróleo entre el gobierno central iraquí y el gobierno kurdo local, que han provocado el impago reiterado de los salarios a las personas empleadas públicas durante la última década. Durante dos días, les manifestantes mantuvieron un bloqueo pacífico, deteniéndose incluso a veces a hablar y tomar té con personas manejando camiones, mientras las personas periodistas iban y venían de la protesta, archivando historias e informando desde el terreno al volver al estudio.
Al caer la tarde del segundo día, el ambiente cambió bruscamente. Aparecieron varias personas jóvenes, algunas con la cara cubierta con máscaras, y empezaron a lanzar piedras contra los camiones y la tienda de les manifestantes. Las personas conduciendo los camiones se enfadaron y empezaron a atravesar el bloqueo con sus camiones. Las fuerzas de seguridad empezaron a romper físicamente el bloqueo, deteniendo y golpeando a les manifestantes. Las personas periodistas de televisión, naturalmente, pusieron las cámaras a grabar.
Resultó que sus historias nunca serían difundidas. Hay una historia que los medios de comunicación del Kurdistán Iraquí no cuentan: la de la continua represión de las libertades de prensa por parte del gobierno kurdo, aplicada violentamente por la Asaish (fuerzas de seguridad kurdas). Un grupo de diez periodistas se reunió con ECAP y nos habló de la violenta represión que sufrieron la semana pasada.
‘Mahran Ramazah’ llevaba en la protesta desde las 9 de la mañana. Ya era de noche y acababa de grabar una pieza para el estudio cuando de repente se vio rodeada. Los hombres iban de ropa de civil, pero llevaban armas. Ella no tenía ninguna duda de que eran ‘Asaish’. Mahran no podía moverse. Su colega, un camarógrafo, intentó huir. Tres personas le persiguieron y le arrebataron el teléfono. Mahran fue detenida y metida en un vehículo de ‘Asaish’. Le quitaron el teléfono y la insultaron. Empezaron a conducir el coche y, tras recorrer una corta distancia, abrieron las puertas y empujaron a Mahran fuera.
La escena era caótica. Otras personas periodistas y manifestantes vieron lo ocurrido y corrieron en ayuda de Mahran. Los camiones ya circulaban y un manifestante estuvo a punto de ser atropellado. Como el personal de ‘Asaish’ iba de ropa de civil, era imposible saber quién era amistoso y quién no. Mahran se refugió en una casa vecina. La recogieron en el coche de un colega, pero cuando regresaban al lugar de los hechos les pararon en un puesto de control y la volvieron a arrestar. La llevaron al cuartel general de ‘Asaish’, la interrogaron y la detuvieron hasta la 1:30 de la madrugada.
A la mañana siguiente, Mahran volvió a recoger el teléfono que le habían confiscado. ‘Asaish’ se negó a devolvérselo a menos que le diera la contraseña. Mahran dijo que era un dispositivo personal, no un teléfono de trabajo. La policía se mostró inflexible, así que Mahran tuvo que renunciar a su intimidad y esperar 20 minutos mientras Asaish registraba su teléfono.
Otra periodista presente en Arbat era Chawarwan Mahmood. Ella había estado cubriendo las protestas el día anterior, pero el lunes se puso enferma y se quedó en casa. Como las cosas parecían ponerse más dramáticas, ella decidió volver. Sin tiempo siquiera para ponerse su traje habitual de trabajo, cogió a su hermana como compañía y se fue a la protesta.
La experiencia con este tipo de situaciones había enseñado a Chawarwan que lo mejor era mantener las distancias si quería permanecer a salvo. Al ver que les adolescentes lanzaban piedras e incluso trapos ardiendo contra los camiones, Chawarwan empezó a grabar, pero no se acercó. Cuando Chawarwan vio que ‘Asaish’ se enzarzaba con otras persionas periodistas, escondió el micrófono y el teléfono bajo el pañuelo. Un hombre de ropa de civil se le acercó y le exigió el micrófono. Cuando ella le preguntó quién era, él se limitó a mostrarle su pistola. El hombre (Charwarwan estaba segura de que era ‘Asaish’) le dijo que si no le entregaba el micrófono las cosas irían mal. A su colega Faxr le quitaron el teléfono, y se produjo un forcejeo físico, con ‘Asaishs’ de ropa de civil impidiendo que las personas periodistas se movieran. Finalmente, el caos que rodeó la expulsión de Mahran del coche permitió a Chawarwan moverse.
Chawarwan echó a correr, pero tropezó con la superficie irregular. Se hizo un corte en la rodilla y le dolía mucho. Rechazó la ayuda de unos hombres de ropa de civil de aspecto sospechoso, se subió a un coche y llegó a un hospital.
En el hospital, el personal se negó inicialmente a ver a Chawarwan sin el permiso de ‘Asaish’. Ella estuvo allí hasta las 3 de la madrugada, pero se marchó frustrada. Al día siguiente acudió a un hospital privado, que no mantenía relaciones complejas con el gobierno. El personal le dijo que tenía la rodilla lesionada y que se le había agravado un problema renal, por lo que necesitaba tratamiento.
Mohammad Meriwan estaba en casa descansando tras un día de trabajo. Sin embargo, vive cerca de la protesta, y él, cuando se enteró de que las personas manifestantes estaban siendo atacadas, se levantó de inmediato y se puso rápidamente un abrigo sobre el pijama. Él grabó un breve vídeo de la protesta y lo envió para su publicación. En el vídeo se oye una voz por megáfono que dice “van de ropa de civil y atacan a les manifestantes”.
Poco despues, ‘Asaish’ recorría a la multitud intentando averiguar quién había grabado el vídeo. Uno de les profesores que protestaban aconsejó a Mohammad que sería buena idea marcharse. Él dejó todo su equipo y encontró un lugar donde esconderse mientras intentaba subir más vídeos. Su escondite no era lo bastante bueno. Pronto se le acercaron docenas de ‘Asaishs’. Le exigieron el carné de identidad y se negaron a devolvérselo. Lo agredieron físicamente, llegando incluso a asfixiarle con su propia bufanda.
Mohammad fue llevado al cuartel general de ‘Asaish’, donde le confiscaron su equipo. Finalmente, las conexiones políticas consiguieron que Mohammad fuera liberado. Le devolvieron el ordenador y el teléfono, pero la ‘Asaish’ se quedó con su cámara, una cámara personal que utiliza para trabajos independientes.
Después, Mohammad fue a la oficina de Asaish para quejarse y pedir su cámara, pero allí no vio a ninguna de las mismas personas que le habían agredido esa noche. El personal se disculpó, de manera poco convincente, de parte de sus colegas anónimos, pero no tomó ninguna medida.
Ranjdar Amin había estado en la protesta durante los dos días. Antes había publicado un reportaje sobre las buenas relaciones entre las personas conduciendo los camiones y les manifestantes. Se enteró de que se iba a celebrar una rueda de prensa, así que volvió al bloqueo. Ranjdar se dio cuenta enseguida de lo abarrotado que estaba el lugar. Cuando empezaron a agredir a les manifestantes, fue a buscar su cámara. Un hombre de ropa de civil lo detuvo y le preguntó qué estaba haciendo. Ranjdar no dijo nada, pero fue arrestado de todos modos, junto con ocho manifestantes y un transeúnte que se vio envuelto en el drama.
En la oficina de ‘Asaish’, lo registraron. Encontraron su micrófono. Este no graba nada sin su receptor, pero la ‘Asaish’ interrogó a Ranjdar al respecto. Al final le permitieron marcharse.
Hiwa Faruq también estaba en la protesta. Él estaba grabando imágenes bastante inocuas de una conferencia de prensa de un parlamentario. Pero cuando comenzó la violencia, cinco ‘Asaish’ de ropa de civil, bajaron de una furgoneta. Le quitaron la cámara y lo agredieron física y verbalmente. Le pidieron su teléfono y lo comprobaron para ver si había imágenes de la violencia. No las había, pero utilizaron este motivo para agredir a Hiwa un poco más. Lo retuvieron en la parte trasera de la furgoneta durante una hora, con la nariz sangrando por la agresión. Al igual que otras personas, al final su liberación no dependió de ningún proceso judicial, sino de conexiones políticas.
En total, detuvieron a doce periodistas y trabajadores de los medios de comunicación, así como a decenas de manifestantes. Varios equipos de los medios de comunicación no fueron devueltos. Nadie debería tener que soportar semejante violencia y acoso cuando intenta hacer su trabajo, pero la intimidación y la represión de las personas periodistas es un atentado contra las libertades de todas las personas kurdas, quienes tienen derecho a saber lo que ocurre en su país. Es también un atentado contra la democracia, que exige una población informada y un gobierno que rinda cuentas.
Las libertades de los medios de comunicación están restringidas de múltiples maneras en el Kurdistán Iraquí. Está la violenta represión física del tipo que hemos descrito en este artículo. Un complejo sistema de conexiones entre las organizaciones de medios de comunicación y los partidos políticos o la ‘Asaish’, y una dependencia de elles como fuentes para las historias, crea una reticencia a criticar con demasiada dureza. Por ejemplo, los reportajes sobre el bloqueo de camiones describían la violencia entre las personas conduciendo los camiones y les manifestantes, sin mencionar a les ‘Asaish’ ni a las personas periodistas.
Las personas periodistas con las cuales hemos hablado no son en absoluto las únicas que sufren la represión en el Kurdistán Iraquí. Muchas personas periodistas han sido encarceladas e incluso asesinadas, en los últimos años aquí. Tres de ellas – Sherwan Sherwani, Omed Barushky y Qaraman Shukri – están en este momento en la cárcel, cumpliendo largas condenas por cargos falsos.
Es importante mencionar también las detenciones y agresiones a las personas manifestantes. Muchas de las personas presentes creen también que las personas jóvenes que arrojaron piedras contra los camiones eran agentes provocadores que actuaban por orden de ‘Asaish’. De ser así, se trató de un ataque deliberado al derecho a la expresión política libre y segura.
No hay que olvidar el motivo de la protesta: Las personas políticas kurdas desvían el dinero del petróleo a los bolsillos de sus familias y partidos políticos, dejando a la gente trabajada común lidiando con las consecuencias cuando el gobierno iraquí se niega a pagar sus salarios. La violenta represión frena las protestas e impide que los medios de comunicación destaquen el papel de la industria petrolera en el mercado negro y sus profundas conexiones políticas. Cuanto más se tiene a esa historia, más salen a la luz los violentos entresijos de la política kurda.
Desde el ECAP pedimos al gobierno kurdo que respete las libertades periodísticas y políticas. Damos las gracias a las personas periodistas comprometidas y valientes que arriesgan constantemente su propia seguridad y libertad en aras de un público informado y de un gobierno que rinda cuentas. Hacemos un llamamiento a todas las personas que creen en lo mismo para que les apoyen en su lucha por unos medios de comunicación libres y seguros en el Kurdistán Iraquí.