A finales de noviembre, gracias a las tecnologías de vídeo asequibles, el internet y redes sociales como Instagram, sentada en mi casa presencié la entrada forzada de la Real Policía Montada de Canadá (RCMP) en un sitio de resistencia contra el gaseoducto y la detención de personas defensoras de la tierra. La RCMP, que llegó con armas de asalto y perros de ataque, operó bajo la autoridad del estado canadiense y atacó a mujeres indígenas en beneficio de la industria y las elites que se benefician del gaseoducto. La RCMP, creada para expulsar a los pueblos indígenas de estas tierras, fue enviada para debilitar un poderoso movimiento de defensa de la tierra que se interpone en el camino de las exportaciones rentables de petróleo y gas. Coastal Gaslink (CGL) no tiene consentimiento alguno de los lideres hereditarios Wet’suwet’en para poner su gaseoducto en cualquier lugar de los 22.000 kilómetros cuadrados del territorio Wet’suwet’en. Esta exportación de energía ayudaría a impulsar la producción asiática, que a su vez seguiría proporcionando mercancías baratas para los mercados europeos y occidentales.
En mi tradición judía el tiempo se entiende como algo cíclico y no lineal. Cuando prendo mi primera vela de Janucá el 25 del mes de Kislev, me siento más cerca a mis ancestros que prendieron su primera vela de Janucá hace dos siglos que a este año de 5782 que lleva solo unos meses. El tiempo se mueve como un espiral y no como una línea progresiva. Imagina un juguete de resorte como el Slinky (de esos espirales de plástico colorido) con su acordeón cerrado y podría visualizar las marcas del tiempo en cada anillo/año.
Cuando presencio esta violencia en el territorio Wet’suwet’en y entiendo lo que está ocurriendo a través de mi lente de tiempo judío, siento los ecos de siglos de violencia colonial a la vez que siento la repercusión de los ancestros Wet’suwet’en, que fueron fuertes y con auto conocimiento, y quienes siempre resistieron los intentos eurooccidentales de genocidio contra su pueblo.
La Gidimt’en y Unist’ot’en, dos casas dentro de la milenaria estructura de clanes del pueblo Wet’suwet’en, están intentando mantener y reavivar la relación íntima con sus territorios tradicionales por todos los medios posibles. La tierra no es meramente una “propiedad” o un “dominio” o algún sinónimo que el lenguaje colonial pueda utilizar. La tierra está viva con sus ancestros y medicinas, más allá de las relaciones humanas. No puedo hablar con autoridad sobre estas formas culturales de conocimiento, pero quiero intentar entender el profundo significado que tienen estas relaciones y también informar por qué son vitales para el futuro humano en este planeta.
Cuando los Wet’suwet’en hablan de defender la tierra se trata de mucho más que simplemente defender su hogar. Freda Huson, portavoz del Unist’ot’en Healing Centre, habla de esto cuando dice: «La creencia de nuestro pueblo es que somos parte de la tierra. La tierra no es algo separado de nosotros. La tierra nos mantiene. Y si no la cuidamos, no podrá mantenernos y nosotros, como generación de personas, moriremos».
El yintah (territorio tradicional del pueblo Wet’suwet’en) está lleno de historias: en las curvas de los árboles, las parcelas de medicina, los sitios de entierro y en las vías acuáticas. Hay árboles en todo el territorio que los humanos doblaron estratégicamente en el tiempo para marcar las rutas con trampas para animales y las rutas de viaje; esto es lo que la industria maderera y los arqueólogos denominaron “arboles culturalmente modificados”. Hay sitios sagrados donde se gestionan y se cosechan bayas y hierbas anualmente, y sitios de entierro sagrados como el sendero de Kwees, lleno de huesos, espíritus e historias. Existen ríos poderosos alimentados por glaciales y tan cristalinos que puedes ahuecar tu mano y beber.
Y ahora en un abrir y cerrar de ojos, una mota de polvo sobre un Slinky infinito; en un momento del capitalismo tardío cuando cosechar la energía de la tierra es cada vez más remoto y desesperado la industria está intentando forzar camino en el yintah. Una serpiente de metal amenaza con contaminar la tierra y el agua con carcinógenos y substancias que deberían mantenerse bajo el suelo. Empleando su “manera correcta” de despejar la tierra, CGL arrasó el sendero Kwees con bulldozers, construyó un campamento para hombres justo encima de una parcela de arándanos (sitio de la obra que ahora llaman irónicamente “campamento arándano”), perturbó las rutas con trampas para animales y los movimientos de seres no humanos y ahora amenaza con perforar un túnel para su gaseoducto bajo el sagrado Wedzin Kwa (conocido como Río Morice). Los jefes hereditarios Wet’suwet’en dicen “no”, y la RCMP interviene con armas y perros de ataque para permitir que las violaciones de CGL continúen.
Si aún cree que la policía y la RCMP son agentes públicos, financiados con dineros públicos, interesados principalmente en mantener a los ciudadanos seguros le reto a que considere las implicaciones que existen entre los intereses privados y estas instituciones. Un informe de investigación reciente, que fue publicado por The Tyee, reveló que hay fondos corporativos que se canalizan a través de “fundaciones para la policía” hasta llegar a los presupuestos de algunas fuerzas policiales provinciales para invertir en tecnologías militares avanzadas. En Vancouver, entre los patrocinadores principales se incluye LNG, la misma compañía que procesaría, almacenaría y exportaría el producto del gaseoducto de CGL; y RBC, que es justamente el financiador principal del proyecto de CGL. Más concretamente, como la violencia en el territorio Wet’suwet’en es perpetuada por la RCMP, si analiza las inversiones de los fondos de pensiones de la RCMP, podrá ver lo que algunos llaman un “conflicto de intereses” por la presencia que tiene en el territorio Wet’suwet’en. El programa de pensiones de la RCMP tiene inversiones prioritarias en la TC Energy Corporation, dueño del gaseoducto de CGL, lo que otorga un incentivo personal a los oficiales de la RCMP para asegurarse que este gaseoducto se lleve a cabo sin consentimiento. Estos vínculos no son fortuitos. Esto es un eco a través de la espiral del tiempo que viene de la época de construcción de imperio cuando las redes de la élite mantenían el poder por medio de amenazas de violencia de milicias. Nos enfrentamos a un problema estructural profundo y la solución es abolir estas instituciones.
Cuando vi el video de Instagram de los protectores del agua Wet’suwet’en y sus aliades armados de integridad frente a la represión del estado/industria, sentí tanto horror como inspiración. La RCMP arrestó tres personas que trabajan oficialmente con medios de comunicación: los oficiales nunca quisieron que fuéramos testigos de su brutalidad. No quieren que sepamos lo que está ocurriendo en el yintah sagrado o lo que sucede a quienes se atreven a interponerse en el camino de las ganancias de la industria. Sin embargo, somos testigos porque quienes están defendiendo la tierra y el agua están firmes y han creado medios de comunicación de base a pesar de los intentos de represión a sus actos de resistencia. ¿Qué haremos con esta información?
En la medida que esta represión del estado y movimientos de resistencia hacen eco de unos patrones coloniales antiguos, y nos conectan con movimientos de resistencia también antiguos, tenemos que tomar decisiones acerca de cómo participar en los espirales de espíritu y poder para que podamos elegir actuar en beneficio de la soberanía indígena y la liberación colectiva.