El hogar no está en ninguna parte

A las personas kurdas iraníes que abandonaron el opresivo régimen iraní en busca de estabilidad se les siguen negando los derechos humanos básicos de estatus y de seguridad en el Kurdistán Iraquí.
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the sun rises over a mountain range that divides Iran and Iraq
An image from Girgashe village in Sulaymaniyah district on the Iran-Iraq border.

Según el Alto Comisionado de las Naciones Unidas para los Refugiados (ACNUR), más de 10,000 personas kurdas iraníes están registradas como personas refugiadas en la región del Kurdistán de Irak. Muchas se ven privadas de sus derechos más básicos, incluido el derecho a la seguridad social, política y económica. Aunque las personas kurdas iraníes han vivido en el Kurdistán Iraquí durante muchos años, el Gobierno Iraquí y el Gobierno Regional del Kurdistán (GRK) todavía niegan el asilo y la ciudadanía a la mayoría de ellas.

Raza, su pareja Malak y sus tres hijes son personas kurdas iraníes que viven en el Kurdistán Iraquí desde hace casi veinte años, pero aún no se les ha otorgado la ciudadanía o el asilo. Cuando se le preguntó sobre sus luchas por no tener ciudadanía, Raza dijo: “La falta de ciudadanía nos ha creado problemas legales, económicos, de seguridad y políticos. Desafortunadamente, no existe una ley para las personas solicitantes de asilo en el GRK y el Gobierno Iraquí, por lo que, de acuerdo con la ley iraquí, no existimos en este país”.

Muchas personas kurdas iraníes como Raza y su familia abandonaron su tierra natal para buscar seguridad en los países vecinos, incluidos Irak y el Kurdistán Iraquí, para huir de la inestable crisis económica en Irán, que comenzó en el 2006 cuando el Gobierno de los Estados Unidos, el Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas y la Unión Europea impusieron sanciones económicas a la República Islámica de Irán por la continuación de su programa de energía nuclear. Las reservas de divisas del país colapsaron y las personas ciudadanas iraníes han sufrido lo peor de este colapso económico desde que inició.

Parween es una solicitante de asilo del Kurdistán Iraní que huyó de la crisis económica en Irán. Hace once años, Parween buscó refugio en el Kurdistán Iraquí con su esposo y su hija. Parween y su familia ahora viven en Erbil. “Dejamos nuestro país debido a la caótica situación económica y política de Irán”, dijo Parween. “Pero enfrentamos muchos obstáculos financieros aquí debido a que no tenemos una tarjeta de residencia. Viviríamos y trabajaríamos bajo cualquier circunstancia y aceptaríamos incluso un salario mínimo. Sin embargo, ningún empleador nos daría trabajo porque temen las consecuencias legales de infringir una regla». Según la experiencia de Parween, su familia no puede acceder al empleo ya que la ley iraquí exige que les trabajadores tengan tarjetas de residencia.

Esta disparidad entre los derechos de las personas ciudadanas y las personas refugiadas también es evidente en la participación política y en las elecciones. Mientras que las personas ciudadanas de Irak pueden votar, las personas refugiadas como Raza no pueden. “Soy periodista y actor político activo también, pero el tema es que no contamos con el reconocimiento como personas ciudadanas”, dijo Raza. “Es por eso que no podemos participar en el proceso político. Nosotres mismes no podemos votar o convertirnos en personas candidatas en las elecciones. Esta realidad nos impide ser personas activas en el escenario político de este país y nos cambia de ser un actor político activo a un actor neutral en el proceso político de este país”.

Aunque Raza enfrentó persecución y discriminación como una persona kurda en Irán, ahora tiene aún menos voz en la política del Kurdistán Iraquí. “Si quisiera ser un actor neutral, me hubiera quedado en mi propio país. Me han privado del derecho al voto durante más de dieciocho años mientras tenía el derecho al voto en mi país antidemocrático”.

Las preocupaciones de seguridad son otro obstáculo que amenaza a las familias de Raza y de Parween en el Kurdistán Iraquí. Como personas refugiadas, ambas familias están sujetas a los caprichos burocráticos de las personas funcionarias del Gobierno en el Kurdistán Iraquí. Cuando Parween y su familia se mudaron al Kurdistán Iraquí, se establecieron en Sulaymaniyah. Un año después, el esposo de Parween, Fardin, fue citado a la oficina de residencia en Sulaymaniyah, donde el gobierno le dio un ultimátum para que abandonaran la ciudad en veinticuatro horas, sin motivo ni advertencia. Si no lo hacían, la familia sería deportada a Irán. “Ese ultimátum tuvo un impacto significativo en mi familia y en mí”, relató Fardin. “Primero, desconocíamos la razón detrás de este mandato, y segundo, no sabíamos cómo empacar e irnos en solo veinticuatro horas y, mudarnos a una ciudad donde no conocíamos a nadie. Así que vendimos todo a bajo precio y nos mudamos a Erbil al día siguiente. Ha pasado un año desde que nos mudamos a Erbil, pero todavía no tenemos una tarjeta de residencia y no podemos vivir sin miedo y ni estrés».

Vivir fuera de las fronteras de Irán y al alcance de una organización internacional como las Naciones Unidas no ha ayudado a estas familias a sentirse más seguras. Las familias kurdas iraníes en el Kurdistán Iraquí temen especialmente por su seguridad, ya que Irán interfiere significativamente en el sistema político tanto del Gobierno Iraquí como del GRK. Por esta razón, la República Islámica de Irán ha fácilmente fijado como objetivos a sus oponentes en Irak y el Kurdistán Iraquí. Ni el Gobierno Iraquí ni el GRK impiden que Irán lleve a cabo estas operaciones clandestinas dentro de sus fronteras, donde Irán ha asesinado y torturado a disidentes, principalmente kurdos iraníes.

Irán comenzó a infiltrarse en el Kurdistán Iraquí en la década de 1990, apuntando inicialmente a integrantes de sus partidos políticos de oposición, así como a personas activistas y periodistas que criticaban a la República Islámica de Irán. Según Raza, “estos terrores continuaron hasta la invasión estadounidense de Irak. Sin embargo, en el 2005, cuando Irak y el GRK enfrentaron una revisión política, esto dio la oportunidad de que más organizaciones internacionales trabajaran en Irak y el Kurdistán Iraquí, razón por la cual Irán disminuyó los terrores en el Kurdistán”. Pero, en el 2016, el Gobierno Iraní comenzó a atacar nuevamente a les kurdos iraníes en el Kurdistán Iraquí.

La mayoría de las familias kurdas huyeron de Irán hacia el Kurdistán Iraquí para proteger sus vidas de esta violencia y acceder a los derechos fundamentales, incluyendo el derecho a la libertad, la religión y a su propia cultura. “Experimentar el desempleo y la privación de nuestros derechos fue la razón principal por la que dejamos nuestro país, pero aquí vivimos con una carga constante”, dijo Malak. “Entonces, cada vez que escucho sobre el asesinato de una persona periodista o una persona activista civil de Rojhalat [Kurdistán Iraní], me digo a mí misma, ¿cuándo será nuestro turno? Siempre estoy pensando en prepararme para lo peor. Como la muerte o el secuestro de mi marido o de mis hijes».

Como personas refugiadas, Malak y su familia creen que no están protegidas ni por el Gobierno Iraquí ni por el GRK, que permiten que Irán lleve a cabo asesinatos clandestinos de personas kurdas iraníes que critican al Gobierno Iraní. Estas familias están desesperadas por seguridad. En un esfuerzo por acceder a la protección y a los derechos fundamentales en el Kurdistán Iraquí, miles de personas kurdas iraníes se han registrado como personas refugiadas ante la ACNUR, con la esperanza de que esta organización les apoye. Pero esa esperanza se ha visto frustrada, especialmente tras la muerte de Behzad Mahmoudi el 18 de mayo del 2021.

“Behzad Mahmoudi se prendió fuego frente a la oficina de la ONU en Erbil”, relató Raza. “Las personas empleadas de la ONU le dijeron que lo hiciera en otro lugar y no cerca de su oficina. Entonces, ¿es ético que alguien, como ser una persona empleada de la ONU, quien tiene el privilegio de decirle a una persona desempleada, frustrada y hambrienta que huyó de una dictadura y optó por buscar el apoyo de la organización humanitaria más grande, ‘Depende de usted si se prende en fuego o no’? Esa es una clara señal de degradación de un ser humano”.

Para Raza, tal negligencia refleja su experiencia viviendo bajo el Gobierno Iraní. “Lo que Irán no pudo hacer contra nosotres dentro de sus fronteras, lo enfrentamos bajo el paraguas de una gran organización humanitaria. Y esto es lo que ha soñado la República Islámica de Irán. Puedo entender la burocracia en las Naciones Unidas. Pero ¿debería la burocracia ser paralela a las políticas y reglas de la República Islámica de Irán?”.

Las Naciones Unidas también descuidaron a Parween y a su familia después de que experimentaron la mudanza forzada de su hogar en Sulaymaniyah. «La manera en la cual nos obligaron a dejar Sulaymaniyah me puso en una situación mental terrible», dijo Parween. «Así que le pedí a la ONU que me brindara apoyo de salud mental para superar el miedo y la ansiedad que estaba experimentando en ese momento. Pero elles llamaron seis meses después y me preguntó si todavía necesitaba ese apoyo”.

A pesar de la inequidad que enfrentan, estas familias aún esperan un futuro mejor para ellas y sus hijes, incluso cuando los sueños de sus hijes también se ven aplastados por la política del gobierno. Hace unos años, la hija de Parween, Elika, de 19 años, se vio obligada a dejar la escuela porque no tenía tarjeta de residencia. “No tengo identificación para demostrar que soy Elika, ni en Irán ni en el Kurdistán Iraquí”, dijo Elika. “Entonces, cuando me gradué del octavo grado, las autoridades escolares me dijeron que ya no podían dejarme estudiar sin una tarjeta de residencia. Esa fue la razón para no dejarme regresar a la escuela. Sin embargo, sueño con un día tener un documento de identidad en cualquier parte del mundo. Tengo años de atraso en mis estudios y carezco de muchos otros derechos que serían diferentes si tuviera una identificación.

La negativa del gobierno a otorgarles identificación y asilo es una tremenda barrera para miles de familias kurdas iraníes que eligieron el Kurdistán Iraquí como su segundo hogar. La ausencia de una vía legal para que las personas solicitantes de asilo kurdo iraní sean reconocidas por el GRK y el Gobierno Iraquí ha causado décadas de abandono. Al mismo tiempo, las Naciones Unidas tampoco han cumplido sus promesas de proteger y cumplir los derechos fundamentales de las personas solicitantes de asilo en el Kurdistán Iraquí. El número de estas familias es significativamente grande para que el sistema burocrático mantenido por el Gobierno Iraquí, el GRK y las Naciones Unidas sea negligente. Lamentablemente, esto sigue siendo una realidad.

“Toda nación odia a sus hijes1”, escribe el poeta Solmaz Sharif. “Este es un requisito de la categoría de estado”. Lo mismo podría decirse de la experiencia de estas familias iraníes-kurdas que abandonaron su país con la esperanza de encontrar refugio en el Kurdistán Iraquí. No solo recibieron ataque por parte del estado que ocupa su tierra natal, sino que ahora también experimentan el rechazo por un gobierno que afirma brindar refugio a las personas kurdas. Tampoco pueden garantizar la seguridad en el Kurdistán Iraquí, ni pueden regresar a Irán. Para estas familias, el hogar no está en ninguna parte.


1“Querido Aleph”, por Solmaz Sharif, Aduanas (Graywolf Press, 2022).

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