En mayo, a unos 150 km al noreste de Winnipeg, cerca de donde el río Manigotagan desemboca en el lago Winnipeg, un grupo de miembros de ECAP se sentó junto con personas indígenas defensoras de la tierra alrededor de un fuego sagrado bajo la sombra de imponentes pinos grises.
Alrededor del fuego, Marcel Hardisty, miembro y antiguo consejero de la Primera Nación de Hollow Water, nos habló de la relación sagrada que su pueblo tiene con la tierra y del significado espiritual de la fina arena blanca de sílice, común en esta zona. Contó que los seres del trueno energizan la arena en primavera. Los rayos funden la arena en cristales de vidrio que su pueblo utiliza en sonajeros ceremoniales y prácticas funerarias.
Nos reunimos en el lugar donde, en una fría noche de invierno del 2019, un puñado de jóvenes de la Primera Nación de Hollow Water levantaron un tipi y encendieron un fuego sagrado en el sitio donde se propuso construir una mina de arena de sílice. La Canadian Premium Sand, con sede en Calgary, planeaba explotar la mina a cielo abierto 24 horas al día, siete días a la semana durante 54 años, y la explotación de 12 acres de tierra al año para extraer arena de sílice para su uso en la hidrofracturación. La Canadian Premium Sand había obtenido la aprobación para el proyecto firmando un acuerdo de beneficios de 250.000 dólares con el jefe y consejo de cinco miembros de la Primera Nación de Hollow Water sin el consentimiento de la comunidad en general.
Muchos miembros de la comunidad estuvieron en contra de la mina de arena y querían proteger el bosque donde los alces dan a luz y las personas ponen trampas y recogen medicinas. El campamento Morningstar creció rápidamente e incluía varias tiendas, una letrina, una cabaña de sudar y un lugar de reunión. Llegaron simpatizantes de comunidades cercanas como Bloodvein, Brokenhead, Seymourville, Manigotagan y Winnipeg. Grupos ecologistas como el Wilderness Committee y la Manitoba Energy Justice Coalition también apoyaron el campamento. La protesta consiguió paralizar el desarrollo de la mina hasta que el mercado del gas obtenido por hidrofracturación cambió y la Canadian Premium Sand suspendió el proyecto.
Fue una victoria para los organizadores de la comunidad. Pero un año después, la Canadian Premium Sand regresó con una nueva propuesta. Ahora planean explotar la orilla cercana del lago Winnipeg, cerca de cuatro comunidades y 300 habitantes de cabañas. La empresa pretende utilizar el cristal para fabricar paneles solares.
Marcel y otras personas temen por la salud del agua, de la tierra y de la gente si la mina sigue adelante. La arena actúa como filtro de todos los cursos de agua de la región, nos dijo Marcel. El polvo de sílice es cancerígeno y puede causar silicosis, una enfermedad pulmonar. Una mina de arena de sílice funcionó durante décadas en Black Island, en el lago Winnipeg. El pueblo de Marcel vivía en Black Island. La llamaban Manitou Minis que él traduce como «la gran isla misteriosa». Fueron expulsados de la isla para dar paso a la mina. Hoy, en la isla, los metales lixiviados tiñen de naranja las dunas de arena, los arroyos corren de color violeta y el agua de color chocolate se estanca en charcos.
«No somos radicales», dice MJ McCarron, una maestra que se casó con un miembro de la comunidad de Hollow Water. Tiene dos hijos miembros de la Primera Nación de Hollow Water, uno de los cuales ha trabajado con arena de sílice y conoce sus peligros.
«Las personas recogen medicinas en este bosque», dice. En un vídeo documental de la National Film Board de Canadá producido por el cineasta anishinaabe Kevin Settee, una anciana de Hollow Water habla de la recolección de gayuba, de té de Labrador, de fresas y arándanos. «Si esta tierra se convierte en una mina de arena, perderemos todas esas medicinas que necesitamos para curarnos», afirma.
Se prevé que el apetito mundial por los minerales necesarios para la transición a la energía verde aumentará en los próximos años. Proyectos como éste se debaten a menudo como un acto de equilibrio, sopesando un bien público frente a otro. Los puestos de trabajo, el desarrollo económico y los minerales para la energía limpia están en un lado de la balanza y la salud de la tierra y las vías fluviales y las culturas basadas en la tierra están en el otro.
La erudita y bióloga potawatomi Robin Wall Kimmerer le gusta recordarles a sus congéneres que las soluciones tecnológicas que se nos ocurren nunca son tan buenas como las que proporciona la propia naturaleza. Se gastan millones de dólares en investigar y desarrollar tecnologías de captura de carbono. «Ya existe un sistema que extrae carbono de la atmósfera y lo almacena durante siglos», dijo Kimmerer en una charla reciente. Este sistema puede «generar oxígeno, construir suelo, proteger la biodiversidad, purificar el agua y hacernos sentir felices y en paz. Se llama el bosque».
En el campamento Morningstar compartimos un festín que procedía de las aguas del lago Winnipeg: una cazuela de escalopes de pescado aderezadas con limón y horneadas en una salsa de crema de leche.
Compartimos comida y regalos, historias y oraciones.
«Todo lo que tenemos para vivir como seres humanos procede de la Madre Tierra», nos dijo Marcel. «Así que tenemos que protegerla. Eso es lo que somos como personas. Somos la tierra».