La aldea de Khalifan está a un corto pero accidentado viaje al norte de la ciudad de Soran en el Kurdistán Iraquí. En la parte norte de la Región Autónoma Kurda, se asienta, de manera algo precaria, en el pequeño triángulo de tierra entre las fronteras iraní y turca. Veintitrés familias viven en Khalifan. Es una zona preciosa, y son una comunidad unida. Se ganan la vida con la tierra y le dan la bienvenida alegremente a las personas visitantes, como ser nuestro equipo de ECAP.
Pero Khalifan no es un paraíso rural relajante. En los últimos años, las personas aldeanas han estado bajo constante amenaza de bombardeo provenientes de la base militar turca, la cual es claramente visible en la cima de una montaña cercana. Desde el 2018, la aldea ha perdido 60 vacas, 20 caballos y les han matado decenas de cabras en los bombardeos turcos. La gente de Khalifan vive en un estado de miedo permanente.
El 13 de enero, dos jóvenes pastores estaban en la montaña Chiadel cuidando un rebaño de cabras. Bahjat Audi, de 14 años, y su primo Lazim Murad, de 17, abandonaron la escuela después del sexto grado porque la escuela secundaria más cercana estaba demasiado lejos, por lo que ahora ayudan con la agricultura.
Lazim y Bahjat estaban observando su rebaño de unas 100 cabras aproximadamente y decidieron que era hora de irse a casa a almorzar. Mientras descendían de la colina, se sorprendieron al ver una explosión de humo azul frente a ellos. Lazim miró hacia abajo y vio que sangraba por las piernas y el cuello. Miró hacia arriba y vio que Bahjat también sangraba.Lazim llamó a su padre Murad para decirle que estaban heridos. Su madre, Bisko, al escuchar a su esposo salir corriendo, supo que algo andaba mal y también subió la colina. Bajaron a los niños y vieron la extensión total de las heridas en todo el cuerpo. Los médicos no pudieron retirar la mayor parte de la metralla. Bahjat todavía tiene once fragmentos de metralla en el cuerpo y suele sentir dolor en la espalda y las piernas. Lazim todavía tiene dolor en el cuello.
Las familias de los niños todavía están en Khalifan. Murad dice que “todas las personas y los animales están amenazados aquí. Todos los días llamamos diez veces a les pastores para ver si están bien. Cada familia tiene que hacer eso”. A muchas personas les parecería exageradas estas circunstancias, pero irse no es una opción para la familia: “Somos gente pobre. No podemos hacer una vida en la ciudad. Solo podemos vivir aquí.
El desafío y la resiliencia de estas familias es inspirador, pero no deberían temer de bombardeos de un país vecino en su propia aldea. Turquía justifica sus acciones diciendo que tiene como objetivo al Partido de los Trabajadores del Kurdistán (PKK, por sus siglas en inglés), pero Murad no lo cree. Él dice: “Juro que no hay ‘PKK’ en el área; es solo una excusa. Turquía no separa al ‘PKK’ de las personas civiles. Todas las personas somos kurdas para elles”.
La continua aterrorización de las aldeas civiles por parte de Turquía es, en realidad, una invasión del Kurdistán Iraquí. Turquía lentamente reclama más y más territorio mediante la construcción de bases militares como la que bombardeó Bahjat y Lazim. Las aldeas cercanas han sido evacuadas—Siran está vacía y solo quedan unas pocas familias en Mergarash. Los efectos van más allá de las familias individuales desplazadas; la cultura tradicional del Kurdistán rural se ve amenazada ya que las familias se ven obligadas a trasladarse a las ciudades. Pero en Khalifan, las consecuencias son fáciles de ver. Dos jóvenes pasarán el resto de sus vidas con las cicatrices de una invasión militar que les aliades de Turquía en la OTAN e incluso en el Gobierno Regional Kurdo no están deteniendo.
En ECAP, hacemos un llamado a las Fuerzas Armadas de Turquía para que cesen sus operaciones militares dentro del Kurdistán Iraquí y dejen de atacar a las personas civiles. Hacemos un llamado a otras naciones para que presionen a Turquía para que lo haga. De lo contrario, más personas resultarán heridas o muertas por el supuesto delito de criar cabras en su propia aldea.
Le preguntamos a Bahjat qué le gustaría después de todo lo que ha pasado. Su respuesta fue simple: “Solo quiero que se eliminen estas bases militares”.