El 25 de noviembre, para el Día Internacional para Eliminar la Violencia contra la Mujer, Equipos y Comunidades de Acción por la Paz – Colombia participaron en el espacio convocado por el Movimiento Social de Mujeres contra la Guerra y por la Paz. Aprovechamos el espacio para denunciar el genocidio cometido por Israel contra el pueblo palestino pero además, nuestra compañera Runak del equipo ECAP – Kurdistán Iraquí compartió una poderosa reflexión personal que queremos ahora compartir con ustedes aquí:
“Soy una mujer kurda de Rojhalat, la parte iraní del Kurdistán. Cuando era niña, mi familia, mi escuela y mi comunidad me dijeron que no podía cantar, bailar, reír en público o andar en bicicleta. Nunca hubiera soñado con ser jueza o presidenta porque era mujer No podía salir del país y viajar sin el permiso de mi padre o de mi marido. Se consideraba que mi testimonio ante un tribunal y mi herencia valían la mitad que los de un hombre.
Como decía una mujer de mi tierra, “somos entre las pocas mujeres en el mundo cuyas abuelas tenían más derechos que sus nietas.”
Y, por supuesto, ¡esta opresión sistémica me hizo creer por mucho tiempo que valía menos que un hombre! Para mucha gente, el movimiento “Mujer, Vida y Libertad” en Irán fue algo de lo que empezaron a oír el año pasado en las noticias. Desafortunadamente, esta revolución, que comenzaron las mujeres, fue minimizada por muchos medios de todo el mundo como una manifestación callejera temporal contra la obligatoriedad del hiyab (el velo que usan las mujeres para cubrir su cabello y su cuerpo). Pero para mí, como mujer kurda, la filosofía del movimiento «Mujer, Vida y Libertad» iba más allá del deseo de quitarse el hiyab obligatorio. ¡Era mucho más que esto! Era la liberación contra la autodestrucción que un sistema opresor implementó en muchas mujeres de mi región. Se trataba de desentrañar la injusticia de la que el Patriarcado era sólo una parte.
Ya era hora de que miles de mujeres kurdas dijeran que nuestra identidad como kurdas también fue completamente abolida por el régimen bajo el que vivíamos. Fue un momento histórico en el que se rompió un silencio sistémico. ¡Y fue un momento tan decisivo! Pasó un año y todavía me pregunto todos los días: ¿qué podría haber hecho en lugar de resistir? Y la respuesta fue clara. Nada diferente. ¡RESISTIR!
¡También encontré que la resistencia es una práctica diaria para muchas mujeres que viven aquí en Colombia! Tuve el honor de conocer mujeres fuertes en diferentes comunidades que se opusieron a los grupos armados cuando sus hombres estaban desaparecidos o escondidos. Las mujeres activistas estaban teniendo dificultades para deconstruir la vieja conformación y comprensión de la libertad y la defensa de la justicia y los derechos humanos. Estoy muy agradecida de conocerlas a ustedes, mujeres colombianas fuertes que luchan diariamente contra diferentes formas de opresión.
Estamos aquí hoy en solidaridad con todas las mujeres que enfrentan violencia todos los días. Podríamos tener diferentes formas, historias, orígenes religiosos y familiares ¡Pero nuestra libertad está conectada y la resistencia nos une! Ahora quiero invitarlas a todas en este círculo a sostener y elevar su símbolo de resistencia. Algo que te inspiró en tu camino hacia la eliminación de la violencia contra ti misma y tus hermanas. Celebrémoslo en memoria de todas las mujeres que fueron asesinadas, heridas, abusadas y discriminadas por su resistencia contra la violencia.”