El 15 de junio, el ejército turco lanzó una nueva ofensiva militar en el interior del Kurdistán Iraquí. Las redes sociales locales se llenaron de imágenes de personas soldado turcas patrullando a pie o atravesando ciudades en vehículos blindados; algo nunca antes visto en esta parte del Kurdistán Iraquí.
En papel, la ofensiva es la última de una serie de operaciones contra el Partido de los Trabajadores de Kurdistán (PKK, por sus siglas en inglés) diseñadas por Turquía para forjar una «zona tampón de seguridad esterilizada» en la región fronteriza entre el norte de Irak y de Turquía, similar a la que intentó crear en el norte de Siria. Los gritos de “batalla contra el terrorismo”, esa vieja y gastada cita utilizada por Erdogan—al igual que sus homólogos occidentales hace más de veinte años—llenan las conferencias de prensa y los comunicados de prensa que acompañan al gobierno.
Sobre el terreno, la operación ha llevado a las personas soldado turcas, y los consiguientes combates, desde las bases en las cimas de las montañas hasta las calles pobladas de conocidas ciudades como Amedi y Deraluk. Este hecho, sin precedentes en el conflicto, aumenta drásticamente el riesgo de daños a las personas civiles que ya sufren los bombardeos turcos y la presencia de bases turcas cerca de sus aldeas y tierras de cultivo. Es un paisaje de personas aterrorizadas pero desafiantes.
Recientemente, ECAP-KI viajó a la región de Amedi para reunirse con el alcalde y discutir los efectos de la ofensiva turca sobre la población civil. Mientras regresaba a Duhok, el equipo se detuvo junto a una mezquita que domina el valle entre las montañas de Gara y Metina para documentar los daños causados por el fuego de los bombardeos turcos en las tierras agrícolas. Conocimos a un hombre llamado Kak Bashir, que había intentado construir una cafetería aquí. Sus sueños se habían visto truncados por la artillería turca y el fuego de armas ligeras provenientes de la base turca en la ladera cercana. Él era originario de la aldea de Sigire, pero el ejército turco lo desplazó a la aldea de Kane hace cinco años. Debido a la pérdida de su granja en Sigire, él ha plantado algunas verduras junto al emplazamiento de su cafetería. Él nos dio a cada integrante de ECAP un poco de albahaca dulce y nos invitó a su aldea.
Cuando llegamos, un hombre vestido con inmaculadas ropas tradicionales kurdas se quedó paralizado, mirando al valle. Él estaba mirando a la aldea de Mizhe, su hogar. Mizhe es una de las nueve aldeas desplazadas por la reciente operación turca. Kak Bashir nos contó que las personas desplazadas del valle visitaban a diario este lugar para contemplar sus pueblos aislados y sus tierras de cultivo.
Le pedimos a usted que ore para que cesen las ofensivas militares y los ataques contra civiles en el Kurdistán Iraquí. Le pedimos a usted que ore para que se permita regresar a las personas civiles aisladas de su tierra y, para que la paz y la libertad florezcan en las montañas del Kurdistán Iraquí.