El 18 de septiembre, miles de personas se unieron en Toronto a las personas integrantes de la Primera Nación de ‘Grassy Narrows’ en la concentración y marcha ‘River Run’, renovando la petición de justicia por décadas de envenenamiento por mercurio. En mayo se publicó un estudio de investigación que demostraba que las actuales emisiones de sulfato de la fábrica de Dryden interactúan con el mercurio del río para producir metilmercurio, la forma más tóxica de mercurio. Las personas en el liderazgo de ‘Grassy Narrows’ piden al gobierno de Ontario (Canadá) que ordene el cese de las emisiones.
Aunque el dolor y la rabia estaban presentes, fue un acontecimiento hermoso. Miles de personas llenaron ‘Grange Park’ (Parque Granja), que se transformó en una especie de festival, con comida y agua gratis para todas las personas, tiendas de sombra para personas ancianas y bebés, y personas voluntarias que vendían bonitas camisetas y carteles. Cientos de escolares acudieron con sus profesores. Las personas oradoras de ‘Grassy Narrows’ contaron la historia de su comunidad, estableciendo hábiles conexiones entre las políticas coloniales del sistema de reservas, el sistema de internados y el perjudicial desarrollo industrial. Rindieron homenaje a generaciones de resiliencia y resistencia, e imaginaron un futuro de tierra y gente sanas. Las personas oradoras de las organizaciones de apoyo mencionaron las fuerzas del racismo, el colonialismo y el capitalismo que oprimen a los pueblos indígenas y a otros pueblos racializados e imaginaron un futuro de liberación interconectada. Las personas jóvenes de ‘Grassy Narrows’ encabezaron la marcha que llenó las calles del centro de Toronto. Los carteles, las pancartas y otras formas de expresión de les manifestantes ilustraban una multitud de visiones superpuestas de un futuro mejor para todas las personas. Las delegaciones de sindicatos, grupos ecologistas, comunidades religiosas, organizaciones antirracistas y grupos estudiantiles caminaron unas junto a otras. Una imagen que se me quedó grabada es la de un joven con un keffiyeh bailando pasos de dabke, brazo con brazo con jóvenes indígenas en una danza circular.
Los poderes fácticos no vieron belleza en este acontecimiento, sino una amenaza. Fue la presencia de manifestantes pro-Palestina y un cántico contra la ocupación lo que provocó las quejas de algunos madres y padres de familia cuyo hijes habían asistido, y luego las denuncias de las personas políticas. El cántico, “De la Isla Tortuga a Palestina, la ocupación es un crimen” – una declaración respaldada por declaraciones y resoluciones de las Naciones Unidas – fue calificada acríticamente de “incendiaria, discriminatoria y detestable” por el primer ministro conservador de Ontario. Como señaló el Jefe Rudy Turtle en un editorial posterior, mientras les niñes de ‘Grassy Narrows’ siguen siendo envenenades, el primer ministro Ford “ignoró nuestras demandas y caracterizó erróneamente lo que ocurrió en nuestro evento”.
Toda esta desagradable controversia me hace reflexionar sobre las visiones del mundo que refleja. Una y otra vez, cuando las personas oprimidas se levantan para exigir equidad y libertad, las personas con poder y privilegios relativos reaccionan con miedo y rabia. Experimentando influencia de la lógica capitalista de la escasez y la competencia y por la lógica colonial, mucho más antigua, de la dominación y la explotación, muchas personas ven el empoderamiento como un juego de suma cero, asumiendo que las ganancias de un grupo deben ser a costa de otro.
Les invito a orar para que se abran nuestros corazones y los de las demás personas. Que podamos sentir cómo nuestra liberación está ligada a la de las demás personas. Que nos liberemos de las narrativas violentas e imaginemos la seguridad, la libertad y el florecimiento que sólo son posibles cuando todas las personas estamos a salvo y somos libres. Que invitemos a otras personas a unirse a nosotres para imaginar un futuro mejor.