Durante la década de 1980, el potencial de los equipos de paz para resistir de forma no violenta a las guerras interponiendo personas activistas por la paz entre las partes enfrentadas alimentó muchos debates entre personas miembro de las iglesias históricas de paz, las personas cuáqueras, las personas menonitas y de la Iglesia de los Hermanos. Recuerdo que me entusiasmó saber que Gene Stoltzfus había recibido, en 1988, el mandato de empezar a organizar ‘Christian Peacemaker Teams (Equipos Cristianos de Acción por la Paz). En 1992, ECAP había organizado una serie de delegaciones a Haití, Irak y Cisjordania, pero la idea de crear una capacitación de un mes de duración seguía evolucionando.
Gene Stoltzfus nos animó a Kryss Chupp y a mí a diseñar la primera capacitación. Ella y yo ya compartíamos varios años de animada experiencia como parte de una ‘War Tax Refusal Network’ (Red de Rechazo a los Impuestos de Guerra) de la zona de Chicago y en el capítulo local de ‘Pledge of Resistance’ (Compromiso de Resistencia) que organizó una intensa resistencia no violenta a la intervención estadounidense en Centroamérica. Una sólida coalición de grupos afines de la zona de Chicago organizó docenas de actos de acción directa, protestando en instalaciones militares de la zona de Chicago, en el edificio federal y en las oficinas de varias personas funcionarias electas. Cubrimos las paredes de cristal de la planta baja del edificio federal con fotografías ampliadas de personas centroamericanas asesinadas por militares y paramilitares que recibieron financiamiento de Estados Unidos. Organizamos sentadas y muere en el acto, colocamos cientos de macetas en el edificio federal para una vigilia de un mes de duración en conmemoración de las personas centroamericanas asesinadas por dictadores que recibían apoyo de Estados Unidos, servimos café nicaragüense embargado en el vestíbulo del edificio federal, ayudamos a organizar las marchas del Viernes Santo por la justicia, teñimos de rojo el Río Chicago para simbolizar los torrentes de sangre que corren por los países centroamericanos y acogimos a numerosas personas oradoras, actos culturales y encuentros de oración. Con frecuencia, nosotres, tras experimentar un arresto por una acción, al recibir la libertad repetíamos la misma acción.
Recuerdo sentarme con Kryss en la habitación delantera de mi apartamento en Uptown y llenar cuadernos con lluvias de ideas, que con el tiempo se convirtieron en programas semanales y horarios diarios que cubrían los muchos aspectos de la capacitación que ayudaría a equipar a la gente para ir a zonas de conflicto o de guerra en otras tierras y en Estados Unidos. Siempre había algo más que aprender, y las capacitaciones era necesariamente un trabajo en curso cada año. Un aspecto fundamental de la capacitación consistía en proporcionar a las personas participantes cierta experiencia en desobediencia civil – idealmente la experiencia directa de sufrir un arresto, pasar un tiempo en la cárcel, prepararse para el juicio, acudir a los tribunales y enfrentarse a las consecuencias.
Durante varios años seguidos, nos centramos en prohibir la venta de juguetes bélicos en una franquicia local de la empresa “Toys R Us”. Un año, vestidos de elfos, saltamos por los pasillos de la tienda cantando: “¡Alto, alto, alto, los juguetes de guerra tienen que desaparecer! Sacadlos de las estanterías como buenos duendecillos. ¡Alto, alto, alto!” El tono era desenfadado e incluso un poco frívolo ante esta acción. En traje de Papá Noel, Gene Stoltzfus vociferó: ¡He pedido bancos de trabajo de juguete, no juguetes de guerra!”.
“Ohhhh, Santa”, respondieron los elfos arrepentidos. “¡Meteremos esos juguetes de guerra en bolsas ahora mismo!”. Mientras tanto, se invitaba a los clientes a leer nuestros folletos denunciando el aumento de la producción de armas reales y la futilidad de educar a les niñes para que crean que está bien o es divertido matar a otras personas.
Ese ‘Toys R Us’ en particular cerró en junio del 2018. Pero la connivencia entre el militarismo, los medios de comunicación, el entretenimiento y la especulación bélica no hace más que aumentar. La Navidad del 2023 estuvo marcada por la imagen viral de la estatua de un niño Jesús en un creche cubierto de escombros, un símbolo de la masacre de inocentes mientras EUA y muchos países occidentales siguen abasteciendo a Israel de armas para librar una guerra genocida contra las personas palestinas en los territorios palestinos ocupados. Pankaj Mishra escribió recientemente en el ‘New York Review of Books’ que el gobierno de Estados Unidos “se ha revelado ante una atónita audiencia mundial como un obsesivo facilitador de una oleada de asesinatos en masa en todo Oriente Medio”.
“Vivimos con este patrón diabólico de matarnos unas personas a otras por el deseo de poder, por el deseo de seguridad, por el deseo de muchas cosas”, lamenta el Papa Francisco. “La gente habla de paz. Las Naciones Unidas han hecho todo lo posible, pero no lo han conseguido.” Sin embargo, la impotencia no es una excusa para la inacción.
“Opóngase a todas y cada una de las guerras”, instó Phil Berrigan a las personas que se unieron a él en las protestas ante el Pentágono estadounidense. “Nunca ha habido una guerra justa”. Su hija, Frieda Berrigan, recuerda que él dijo: “¡Ustedes son la respuesta! ¡Ustedes son la respuesta! No te canses. No se cansen”. A Phil le encantaba el proverbio budista: “No mataré, pero evitaré que otras personas maten”.
En el sitio web de ‘World BEYOND War’ (Mundo MÁS ALLÁ de la guerra) se publica una invitación a actuar en solidaridad con las personas palestinas que exigen que las Naciones Unidas — en cumplimiento de la sentencia de julio del 2024 de la Corte Internacional de Justicia— impongan consecuencias a Israel hasta que deje de perpetrar un genocidio contra las personas palestinas. Me sobresalté durante una primera llamada de planificación mantenida con personas palestinas de Cisjordania y en Gaza cuando uno de ellos habló de la evacuación a la que él y su familia se enfrentaban ese mismo día y dijo: “Nos enfrentamos a la solución final. Israel nos está imponiendo la solución final”. Otras personas participantes hablaron de haberse estremecido durante los bombardeos, de día y de noche.
El 29 de diciembre, las personas cristianas celebran la Fiesta de los Santos Inocentes, dedicada a recordar la época en que el Rey Herodes ordenó la matanza de niños menores de dos años por la paranoica creencia de que alguno de los recién nacidos en la región crecería para derrocar a Herodes del poder y matarlo. Las personas activistas de todo el mundo deben seguir denunciando la matanza de inocentes en nuestro tiempo. Debemos protestar contra los presupuestos militares obscenamente inflados que perpetúan y exacerban las guerras.
Soy afortunada de estar entre las personas que recuerdan haber contestado al timbre de una puerta o a una llamada telefónica y haber oído a Gene Stoltzfus declarar (en mi caso): “Kathleen, Dios te llama”. Dos días después estaba en Haití. Debemos bendecir todas las oportunidades que se nos presenten para solidarizarnos con quienes soportan el peso más intenso de la guerra y el robo de Estados Unidos. Como Caldwell Manners escribió tan elocuentemente en un reciente boletín informativo de Equipos y Comunidades de Acción por la Paz: “Pero esta no es una lucha a la que nos enfrentemos soles. Durante casi cuarenta años, nos hemos asociado con defensores de los derechos humanos de todo el mundo que tienen creatividad, valentía y firmeza, y que han comprometido sus vidas por el bien de sus pueblos y del progreso de la humanidad. Esta alianza, caracterizada por el amor radical, continuará y se expresará en la resistencia radical. Los poderes opresores no sólo trabajan para desposeernos, ocuparnos y dividirnos, sino que también nos ciegan para que no nos reconozcamos unas personas a otras. Bell Hooks nos llama a “volver al amor” para dar testimonio del peligro que nos rodea. Les animo a encontrar su espacio de solidaridad para amar y resistir radicalmente. Usted no está sole”.