Mi caminar hacia el abolicionismo

El reservista de ECAP Chuck Wright reflexiona sobre las experiencias que le llevaron al abolicionismo.
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A prison wall and the sky

Estimada persona que esta leyendo – sabemos que ECAP cuenta con una base de apoyo diverso con distintos puntos de vista sobre cuestiones de justicia. Creemos que la construcción de paz es un recorrido que hacemos juntes. En las próximas semanas publicaremos artículos de reflexión sobre el tema de la abolición. Le invitamos a leer y a reflexionar con nosotres. Envíenos sus ideas a peacemakers@cpt.org.

Este primer artículo está escrito por el reservista Chuck Wright, que anteriormente formó parte del Equipo de Solidaridad con los Pueblos Indígenas. A continuación, él comparte su propio recorrido para convertirse en una persona abolicionista.


Al crecer en una familia blanca de clase media, yo no pensaba mucho en la policía ni en las prisiones.

No recuerdo haber oído hablar de ningún encuentro realmente negativo con la policía, ni de alguna amistad o familiar que hubiera estado en la cárcel. La cárcel está convenientemente fuera de la vista y de la mente de la gente como yo (al menos, en la medida en que mi activismo se ajusta a los límites de lo que se considera social o legalmente aceptable). Ahora lo entiendo como resultado de mi situación socioeconómica, racial y geográfica.

No fue hasta la mitad de la década de mis veintes cuando conocí la abolición de las prisiones gracias a unas prácticas en el ‘Canadian Friends Service Committee’ (Comité de Servicio de los Amigos Canadienses), la rama de las personas cuáqueras dedicada a la paz y a la justicia social. Allí conocí el trabajo de la difunta Ruth Morris y sus incansables esfuerzos por la abolición de las prisiones, la reforma de la justicia penal y la justicia transformadora. En 1981, la ‘Religious Society of Friends’ (Sociedad Religiosa de los Amigos) se convertiría en el primer organismo religioso en apoyar la abolición de las prisiones:

«El sistema penitenciario es a la vez una causa y un resultado de la violencia y de la injusticia social. A lo largo de la historia, la mayoría de las personas presas han sido las desamparadas y las oprimidas. Cada vez tenemos más claro que el encarcelamiento de seres humanos, al igual que su esclavización, es intrínsecamente inmoral, y es tan destructivo para las personas enjauladoras como para las personas enjauladas… La abolición de las prisiones es tanto un proceso como un objetivo a largo plazo».

(Usted observará la conexión que se establece entre el encarcelamiento y la esclavitud – las personas cuáqueras también fueron una de las primeras entidades religiosas que se opusieron a la esclavitud e incidieron por su fin).

Antes de mi tiempo en ECAP, colaboré con la Sociedad de John Howard de Manitoba –una organización que atiende y defiende a hombres criminalizados – y conocí de primera mano el impacto humano del sistema de (in)justicia penal. Como alfabetizador de persona adultas, yo visitaba el centro de prisión preventiva local con otras personas voluntarias para impartir clases particulares a hombres en espera de juicio. Debido al retraso del sistema judicial, a veces tenían que esperar semanas, incluso meses. Muchas de las personas participantes eran indígenas y personas de color o personas blancas pobres de clase trabajadora. Las circunstancias de su vida les habían complicado la posibilidad de completar su educación. También colaboré con ‘Walls2Bridges’ – una red de académicos y personas encarceladas que imparten cursos universitarios en prisiones canadienses – que me permitió compartir el aprendizaje colaborativo entre estudiantes de dentro y de fuera, así como escuchar las historias de mujeres encarceladas por el gobierno federal, principalmente indígenas, las cuales fueron separadas de sus familias.

Las personas no criminalizadas suelen olvidar fácilmente este aspecto: las personas pobres, las indígenas, las negras y las personas de color son encarceladas y criminalizadas de forma desproporcionada en Canadá. Y también debemos tener en cuenta que la mayoría de las personas que se encuentran en las cárceles y las prisiones de Canadá están encarceladas por delitos no violentos. Para muchos de nosotres, las cárceles y las prisiones existen en nuestra imaginación como lugares que nos protegen de personas criminales violentas y endurecidas. En realidad, las prisiones son un enfoque extremadamente costoso e ineficaz de lo que en gran medida son problemas socioeconómicos y/o legados de traumas. Ruth Morris especuló con que sólo entre el 1 y el 2% de la población reclusa está formada por las personas llamadas “pocos peligrosos” – ¡sean lo que se imaginen que son! A pesar de lo que los sindicatos policiales, les conservadores y los medios de comunicación sensacionalistas quieren hacernos creer, los índices de delincuencia no han aumentado en las últimas décadas – han permanecido relativamente estables. Sin querer restar importancia al impacto traumático en las víctimas de delitos violentos, nuestra sensación de seguridad se deriva a menudo de lo que vemos en los medios de comunicación, unido a nuestras propias percepciones de los espacios urbanos basadas en la clase y en la raza.

Mi contacto con las personas activistas abolicionistas, las experiencias de las personas presas, el movimiento ‘Black Lives Matter’ y los escritos de defensores como Ruth Morris, Angela Davis y Robyn Maynard me han llevado a abrazar la visión de un mundo sin prisiones (y sin policía). La mayoría de las personas canadienses preferirían que el dinero público se destinara a soluciones comunitarias, programas de justicia restaurativa, servicios de salud mental y adicción, en lugar de a la vigilancia policial y al encarcelamiento. Además, muchas medidas han sido propuestas por investigaciones públicas, como la ‘Aboriginal Justice Inquiry’ (Investigación de Justicia Aborigen) de 1991, la Comisión de la Verdad y la Reconciliación (2015), y el Informe sobre mujeres y niñas indígenas asesinadas y desaparecidas (2019), para reducir las tasas de encarcelamiento de indígenas y adoptar enfoques de la justicia basados en las personas indígenas.

Estas personas activistas e investigaciones públicas nos recuerdan que las prisiones y la actuación policial tienen sus raíces en el colonialismo, el capitalismo y la esclavitud, y nos ayudan a imaginar vías mejores y más humanas hacia la justicia que no impliquen jaulas.

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