Llega la temporada de otoño. Las cosas se desmoronan. Con el otoño llegó la primera lluvia. Las lluvias finalmente llegaron a nuestra tierra, y las primeras siempre son diferentes, traen consigo un aroma distinto. Con ellas, llega una paz tranquila tras el largo y pesado verano. La tierra lo necesita.
La primera gota… las calles que toca se mojan, trayendo también un cierto brillo. Suaviza el corazón, lo hace brillar con el comienzo de una nueva estación.
Pero este brillo no dura mucho, especialmente en Palestina. La primera lluvia de este año llegó durante una festividad judía, el Día de Sara. Aunque para elles es un día de celebración, para las personas palestinas que viven en las zonas restringidas de Hebrón, la lluvia tiene un significado diferente. No pueden simplemente disfrutarla. Se quedan en sus casas, aferrándose a sus miedos, temiendo un ataque. Su soledad resuena en su interior, junto con la inquietante idea de que en cualquier momento podrían sufrir algún daño.
Se preguntan si este día terminará sin que les pase nada a sus familias o a sus personas vecinas. Se preguntan si la lluvia podrá caer tranquilamente, sin ataques de los colonos, sin violencia, sin otra noche de miedo y de nerviosismo.
Espero que esta lluvia, la lluvia que lava el polvo de las calles, también pueda lavar la ansiedad de sus mentes, de cada corazón apesadumbrado que lleva consigo el miedo.
Oremos para que la paz llegue a nuestras almas, sin condiciones, sin esfuerzo, solo paz, simple y pura.
Oremos para que la paz llegue a esta tierra, a estas personas, para borrar el miedo y aumentar la fe, la confianza, la esperanza y la promesa de un futuro mejor.
Oremos por un futuro libre de opresión, un futuro en el que las personas ya no tengan que sufrir solo para vivir.
Oremos por la paz en esta tierra, lejos de la confusión de la mente.
Oremos por una vida que surja de la oscuridad, llena de luz y esperanza.
Oremos por una tierra libre de sangre, libre de miedo y llena de dignidad.


