Estos días parece que el mundo se está desmoronando. Israel está cometiendo un genocidio contra el pueblo palestino y está bombardeando varios países vecinos. Rusia ha estado en guerra con Ucrania y otros aliados durante los últimos 3 años en respuesta al avance de la OTAN sobre su territorio y la violación de tratados previos. El mundo occidental está despertando ante los horrores del genocidio en Sudán y el Congo. Estados Unidos está viviendo ahora en medio de las políticas muy descaradas del gobierno. De hecho, siempre han sido las políticas de los EE. UU., internamente y en todo el mundo, solo que antes estaban disfrazadas bajo el manto del lenguaje del respeto por los derechos humanos y la defensa de la democracia. Para quienes vivimos una vida de privilegios, quienes no sufrimos la violencia extrema que estamos viendo en los medios tradicionales y sociales, puede resultar verdaderamente abrumador. Nos preguntamos: “¿Cómo respondo?” “¿Qué puedo hacer?” “¿En quién confío, quién está diciendo la verdad?”
A veces las imágenes y la información son tan horribles que incluso podemos sentir que necesitamos protegernos y evitar por completo las noticias.
Me he sentido así varias veces en los últimos años: “¿qué puedo hacer?”
Supongo que me considero afortunado. Me encuentro trabajando con los Equipos y Comunidades de Acción por la Paz – ECAP en Colombia y tengo el honor de acompañar a una pequeña comunidad rural campesina y pesquera llamada El Guayabo. Recuerdo que hace unos 7 años era difícil ver cómo la comunidad podría permanecer en su territorio. Habían sufrido varios intentos violentos de desalojo y amenazas judiciales de funcionarios corruptos. La pelea jurídica era difícil mientras las instituciones responsables de garantizar los derechos básicos de la comunidad les estaban fallando ya fuera por acción u omisión. Luego, en 2022, la comunidad y toda la región norte del municipio de Puerto Wilches, al que pertenecen, sufrieron una crisis humanitaria provocada primero por inundaciones y luego por una grave sequía, destruyendo todos sus cultivos y matando a más de 10.000 reses. Era realmente difícil evitar sentir que no había nada que pudiéramos hacer. La comunidad perdería sus tierras y su sustento.
Hoy, el proceso está prosperando. El tema de la tierra está ante un tribunal especial de tierras a través de la Unidad de Restitución de Tierras. Surgieron pruebas de la violencia que llevó al desplazamiento forzado de la comunidad, tal como lo habían denunciado durante muchos años. Fueron ignorados por las autoridades, que en su lugar creyeron al hombre que había cometido la violencia contra la comunidad en el intento de tomar la tierra por la fuerza y la corrupción.
Hace apenas un par de semanas, se reunieron a más de 15 entidades gubernamentales locales, regionales y nacionales en El Guayabo para escuchar los problemas que enfrenta la comunidad (falta de agua potable, sin acceso a atención médica, un edificio escolar que corre peligro de derrumbarse mientras los niños estudian dentro, sin vías de acceso que faciliten el transporte de sus productos al mercado, etc.). Se hicieron compromisos serios. Los entes de control responsables de vigilar y responsabilizar a las autoridades estuvieron presentes y están atentos al proceso, dando más esperanza y legitimidad a las demandas de la comunidad.
Llegar a este punto no fue fácil, ni sucedió de la noche a la mañana. Documentar con mucho cuidado todos los problemas que afectan a la comunidad y el meticuloso proceso de mostrar cómo las instituciones locales, regionales y nacionales habían ignorado los problemas cuando se les presentó la evidencia. Esto condujo a la presentación de una Acción Popular ante los tribunales, que han ordenado medidas cautelares, obligando a las instituciones a finalmente asumir su responsabilidad y responder.
El Guayabo es una pequeña comunidad rural de Colombia. ¿Cambiar las circunstancias de esta comunidad tendrá un impacto más allá de su comunidad? No lo sé. Pero lo que sí puedo decir es que las vidas de 300 familias, que han vivido en condiciones de pobreza y violencia, podrían cambiar seriamente. Esto podría luego afectar las vidas del resto de la región norte de Puerto Wilches. El efecto dominó podría continuar.
Como dije antes, me considero afortunado de trabajar con los Equipos y Comunidades de Acción por la Paz. Trabajamos junto a comunidades que desafían estructuras de violencia y opresión en Palestina, Lesbos (Grecia), el Kurdistán iraquí, Isla Tortuga (América del Norte) y Colombia. Aunque a veces podemos sentir desesperación o no saber qué hacer, las comunidades y organizaciones socias usualmente nos inspiran y nos muestran el camino, y te invitamos a unirte a la lucha. Puede ser algo tan sencillo y práctico como firmar una petición para detener la injusticia (vea nuestra petición “Diga No a Vastria”). O puedes unirte a una delegación a uno de los programas y conocer de primera mano las injusticias que están ocurriendo, mostrando tu solidaridad con nuestres socies y haciéndoles saber que no están soles en su lucha, con aliades en todo el mundo, y también puedes hacer una donación que nos permite hacer posible este trabajo.
La forma más sencilla de hacer algo es: orar. Ora por ti misme para que puedas recibir la sabiduría y la guía de Dios sobre cómo vivir y desafiar las injusticias del mundo. Ora por nosotres ECAP, mientras enfrentamos diariamente desafíos para apoyar a nuestres socies. Ora por nuestres socies mientras continúan enfrentando valientemente la violencia y la injusticia, y lo hacen con una esperanza y determinación que es un ejemplo para todes.


