Durante el último año, los flujos migratorios en el norte del Egeo han cambiado. Las grandes embarcaciones repletas de personas que antes llegaban — cargadas de miedo, esperanza y recuerdos de los lugares que habían dejado atrás — ya no están aquí. La guardia costera griega continúa con sus expulsiones de personas migrantes, lo que hace que la travesía sea casi imposible para cualquiera que lo intente. Los arrestos continúan, y quienes se atreven — a menudo porque les traficantes les chantajean — no solo arriesgan sus vidas, sino que también se enfrentan a condenas que pueden destruirles para siempre.
Las rutas han cambiado. Muchas personas ahora optan por cruzar desde el sur del país a través de Creta. Enormes embarcaciones, repletas de gente, recorren inmensas distancias por aguas inciertas, aferrándose a la esperanza de llegar a un lugar seguro.
Este ciclo seguirá repitiéndose. Las rutas cambiarán, las direcciones se modificarán, las nacionalidades serán diferentes, pero los desplazamientos violentos nunca cesarán. Las guerras no se detendrán, y debemos oponernos siempre a esta opresión — luchando por una vida sin violencia, sin desarraigos forzados.
Lo más importante es recordar que nos tenemos les unes a les otres; mantener viva la solidaridad y estar al lado de todes aquelles que luchan por sobrevivir. La solidaridad nos da fortaleza.