El Editor de redECAP les pide perdón a sus lectores
por haber enviado esta carta sin la atribución de autoría y demás información inmediatamente abajo
del encabezado.
redECAP
22 de agosto, 2010
SUECIA:
Carta de un activista de desarme encarcelado
Lo siguiente se ha redactado
de una carta con la fecha de 17 de junio de 2010 escrita por el ECAPero sueco
Martin Smedjeback desde la prisión de Skenäs cerca Noorköpping,
Suecia. (Vease la carta completa en inglés.)
-¿Usted tiene los papeles de la sentencia? -pregunta
un guardia.
-Sí -le
respondo y les hago entrega de los documentos que confirman mi condena de
cuatro meses. Me piden que espere.
Dos reclusos salen de sus dormitorios y se
sientan en un banco del patio. -Eres nuevo aquí? -Uno de ellos me grita.
-Sí -le grito.
-Porque está usted acá? -continúa.
-Daños criminales -respondo.
-¿Qué destruyo?
-Bazucas -respondo.
Me acerco y me siento al lado de
ellos para evitar gritar. El hombre de más edad fuma, mientras que el más joven
continua preguntándome sobre nuestra acción de desarme. Describo cómo entramos a Saab Bofors Dynamics en Eskilstuna en octubre
de 2008 y les dimos
martillazos a las bazucas como parte de nuestra red antimilitarista “travesura”
(Ofog).
-¿De
verdad ustedes llamaron a la policía y esperaron a que llegaran a la escena del
crimen? -el hombre más joven me pregunta con incredulidad.
-Sí, es parte de la desobediencia
civil. Asumir la responsabilidad de sus actos -le digo.
-El también forma parte de su red? -pregunta
el joven, señalando la imagen de San Francisco de Asís en mi camiseta.
-No -le respondo-, pero es justo decir que él
compartió nuestra convicción de la no violencia.
En el pasillo, me encuentro con
algunos de mis nuevos vecinos quienes parecen ser agradables. Con una taza de café,
nos sentamos y conversamos. -¿Por qué mas bien no pusieron dinamita alrededor
de la fábrica de armas? -pregunta un joven recluso. Le digo que sería un
riesgo demasiado grande para nosotros y para cualquier persona que pudiera
estar en la fábrica. Y aunque nadie
resultara herido, enviaría una señal equivocada.
-Si yo hubiera estallado una fábrica de armas me
habrían llamado terrorista, pero si usted hubiera hecho lo mismo lo habrían
llamado rebelde; porque nosotros nos vemos diferentes -dice el joven de piel
morena y cejas negras.
-Pero ¿por qué no se robaron las bazucas? -pregunta.
-Porque nos oponemos a
cualquier acto violento -trato de explicarle.
-¿Podrían ustedes hacer
una acción de desarme por su cuenta? -pregunta.
-Tal vez -le digo-, pero hubiera sido difícil. Descubrimos que habría sido mucho más fácil entrar en
la fábrica con dos barras de hierro. Pero sólo teníamos una.
-¿No es mejor secuestrar a un guardia
y obligarlo a abrir la puerta? Asi ustedes no
tendrían que usar la violencia -dice.
-¿Pero no tendría que tener algún
tipo de arma para forzarlo? -pregunto yo.
-Sí, tal vez un cuchillo pequeño -admite.
Mientras escribo esto, ya tengo un
mes de estar en este lugar. Mis días se pasan frente a una computadora
escribiendo lo que espero que pueda convertirse en un libro (en sueco) sobre
cómo podemos crear un mundo mejor y más feliz por medio del activismo. También llamo a mis amigos y familiares, escribo
cartas, hago ejercicio, y veo televisión. Es fascinante conversar casi a diario con otros presos quienes me
introducen a un mundo hasta ahora desconocido.
Hacer acciones de desarme genera el
aprecio de muchas personas. La llegada del
correo me hace sentir agradecido y
envidiado por otros reclusos.