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27 June 2011
COLOMBIA: Desde el Centro hacia el Margen
por Paula Miller
En el comienzo de su Evangelio, Marcos expone la base de la misión de Jesús para mostrar a los discípulos y nosotros una nueva forma de salvación. En ese tiempo, el templo fue el centro de la vida judía, el lugar donde las transacciones económicas y los rituales sociales y religiosos se suponían que mantener a la comunidad. Sin embargo, a menudo estas transacciones y rituales sólo beneficiaron a los poderosos y oprimieron a los pobres. Cuando Jesús llega a la escena desde un pequeño pueblo en Palestina no va al templo. En su lugar, se encuentra con Juan el Bautista en el desierto. Aquí es donde comienza su misión.
Cuando llegamos a Bogotá nos vinimos desde nuestros propios centros. Nuestros propios países, nuestras propias comunidades, nuestros propios hogares. Llegamos desde aquellos centros hasta un nuevo centro – Bogotá, la capital de Colombia. Al igual que el templo, aquí es donde las decisiones políticas y económicas que beneficien a los ricos y poderosos se hacen. Aquí nos encontramos con personas y grupos que nos dieron una base de cómo estas decisiones afectan a las personas y comunidades en los márgenes – los pastores que están asesinados por hablar sobre la paz, la historia de las luchas de las comunidades mineras, las políticas de desarrollo atreves de sangre y fuego para enriquecer las multinacionales.
Salimos de Bogotá – el centro – y viajado a Barrancabermeja, el centro de la región del Magdalena Medio de Colombia. En Barranca nos reunimos con la gente que nos contó la historia de su lucha. Una ciudad fundada por el petróleo – los ricos recursos de la tierra pronto comenzaron a salir la región para beneficiar otras personas. Debido a esto, la gente de Barranca inició su lucha en defensa de sus derechos. Nos reunimos con organizaciones que trabajan con las mujeres para empoderarse, con los campesinos que trabajan para defender sus derechos a sus tierras, con los sindicatos que enfrentar a las amenazas de muerte por organizando los trabajadores, y con los jóvenes que trabajan para detener el reclutamiento forzado. También aprendimos de primera mano las consecuencias de estas luchas, cuando visitamos el memorial de la masacre de 16 de mayo en Barranca en 1998 y nos reunimos con las familias de las víctimas.
Desde Barranca continuamos nuestro viaje a los márgenes. Nos fuimos a una comunidad minera en la Sierra de San Lucas, se llama Mina Vieja. Cuando salimos a las 5 am poco sabíamos lo que iba a estar por delante en nuestro viaje. Viajamos en chalupa, taxis, camionetas, mulas, y en los pies. Llegamos a Mina Vieja 15 horas después con la mayoría de nosotros cubierto de barro que a veces era de 2 pies de profundidad. Aprendimos rápidamente que nuestro viaje difícil fue nada comparado con la lucha de las comunidades mineras pare permanecer en sus tierras. Los líderes nos dijeron que están siendo presionados por los militares en una forma sutil para dejar la tierra. Cortaron sus líneas de agua, robar su madera, y el abuso verbal en su camino a las minas. Nos pidieron que los acompañaremos a reunirse con el ejército para expresar sus preocupaciones. A pesar de estos retos diarios, su amor por la vida y la tierra siga. Nos dijeron que «no nos damos por vencido fácilmente. Mira a la resistencia aquí – que nos amenazan, nos cortan, nos asesinan, pero seguimos quedándose porque las riquezas de este país son para el pueblo colombiano. Dios nos ha dado un gran recurso – no usamos la violencia para responder que somos personas honestas y trabajadoras que aman la vida y están unidos en la cultura y la ética. Somos constructores de paz».
Es en los márgenes – en el desierto – donde la soberanía de Dios se manifiesta y donde la historia de la liberación se renueva y se produce la intervención de Dios en la historia *. A medida que viaje de regreso a nuestros centros, tenemos que llevar con nosotros el mensaje que hemos recibido de todas las personas que conocimos en el camino. El mensaje es que donde hay amor hay vida donde hay vida hay esperanza y que hay esperanza, habrá justicia.
*Ched Myers, Say to this Mountain, Pagina 12