En agosto de 1990, Irak – bajo el mando de Saddam Hussein – invadió Kuwait, afirmano que estaba robando petróleo de los yacimientos cercanos a su frontera común. La ONU impuso amplias sanciones a Irak, y Estados Unidos y sus aliades amenazaron con una acción militar contra este país rico en petróleo. En noviembre de 1990, ECAP envió la primera delegación de su historia.
Las personas delegadas en Irak instaron a su gobierno a liberar a las personas occidentales que mantenía como rehenes, e instaron a sus oponentes a levantar las sanciones y buscar una solución pacífica al conflicto fronterizo. A su regreso a casa, la delegación recomendó que ECAP enviara un equipo a la región, pero no se dispuso de fondos ni de personal. La ONU autorizó el uso de “todos los medios necesarios” para obligar a Irak a abandonar Kuwait, y en enero de 1991 se produjo la Primera Guerra del Golfo. Durante la guerra, EUA bombardeó infraestructuras civiles, incluidas centrales eléctricas y plantas de tratamiento de agua y aguas residuales, violando las Convenciones de Ginebra. Esta guerra sentó un peligroso precedente, ya que la ONU abandonó sus “fines pacíficos y humanitarios” expresados en la Carta de las Naciones Unidas y permitió a EUA y a sus aliades intervenir libremente en el conflicto.
Tras la guerra, las sanciones impuestas a Irak continuaron durante diez años con creciente dureza. Las importaciones de alimentos y medicinas se restringieron drásticamente. Se prohibieron los productos químicos de “doble uso”, como el cloro para el tratamiento del agua, alegando que podían utilizarse para fabricar armas. Las piezas para reparar las centrales eléctricas y de alcantarillado bombardeadas se retrasaron durante años. Como consecuencia de las sanciones, UNICEF calculó que murieron un millón de personas iraquíes, entre ellas 500,000 niñes.
En septiembre del 2002, Estados Unidos comenzó a atacar públicamente al gobierno iraquí de Sadam Husein, afirmando que había apoyado los atentados del 11-S de Al Qaeda contra las Torres Gemelas y que estaba preparando armas de destrucción masiva. Al mes siguiente, temiendo otra Guerra del Golfo, ECAP estableció un equipo en Iraq, que luego dirigió una serie de delegaciones en cooperación con las ‘Voices in the Wilderness’ (Voces en Tierra Salvaje) del Equipo de Paz en Iraq. Las delegaciones de ECAP se reunieron con personas iraquíes para comprender el impacto de los años de sanciones en la gente corriente. También visitaron infraestructuras civiles críticas, como plantas de tratamiento de agua y alcantarillado, señalando que bombardearlas en la Primera Guerra del Golfo había sido un crimen de guerra según los Convenios de Ginebra. En una de estas delegaciones el ECAPero George Weber murió cuando el todoterreno en el que viajaba reventó un neumático nuevo y volcó. Parece probable que se tratara de un neumático defectuoso, tirado en Irak bajo las sanciones. George fue la primera persona ECAP que murió en acto de servicio.
A pesar de las protestas de decenas de millones de personas en todo el mundo, Estados Unidos siguió amenazando al régimen iraquí. Les inspectores de la ONU en Irak no encontraron pruebas de armas de destrucción masiva ni vínculos con Al Qaeda. Esta vez, la ONU se negó a autorizar el uso de la fuerza militar contra Iraq. A pesar de la negativa de la ONU, EAU y sus aliades de la coalición comenzaron a bombardear Irak el 20 de marzo del 2003, en una campaña que denominaron “Shock and Awe” (Conmoción y Pavor). El equipo de ECAP en Irak informó sobre la destrucción y las bajas en Bagdad causadas por los bombardeos. También acamparon en el Centro de Tratamiento de Agua de Al-Wathba, que abastecía a una sexta parte de la ciudad, y en un complejo hospitalario adyacente. Enviaron las coordenadas de su campamento al Pentágono diciendo que bombardear esas infraestructuras civiles sería un crimen de guerra. Curiosamente, poco después, el secretario de defensa estadounidense señaló que las luces seguían encendidas en Bagdad, pareciendo decir que esta vez no bombardearían centrales eléctricas.
Tras la llegada de las fuerzas de la Coalición a Bagdad, muchas personas iraquíes les dieron la bienvenida. No querían ser bombardeadas ni invadidas, pero se alegraban de que Sadam Husein hubiera caído. El estado de ánimo se agrió rápidamente cuando las fuerzas, mal preparadas, impusieron una ocupación brutal con numerosos abusos contra los derechos humanos, incluida la detención y tortura de miles de personas iraquíes sin cargos ni acceso a un proceso justo, documentados por primera vez por ECAP.
Y ahora Irán. El mundo sospecha desde hace tiempo de su programa de enriquecimiento de uranio, temiéndolo como precursor de la construcción de armas nucleares. Por ello, la ONU impuso sanciones a Irán que exigían el cese de sus actividades de enriquecimiento. Las sanciones han afectado gravemente a la población y a la economía iraní. Ante la amenaza de aún más sanciones, en el 2015, Irán acordó limitar su programa nuclear durante diez años a cambio del levantamiento de la mayoría de las sanciones. En el 2018, el presidente Trump retiró a Estados Unidos del acuerdo nuclear iraní y volvió a imponer sanciones ampliadas. En respuesta, Irán reinició su programa de enriquecimiento y para el 2025 había acumulado al menos 400 kg de uranio enriquecido a más del 60%. Esta cifra supera con creces el nivel de enriquecimiento necesario para los reactores eléctricos o de investigación de Irán, pero no alcanza el 90% necesario para fabricar un arma nuclear.
Estados Unidos acordó reunirse con Irán el 15 de junio del 2025 para renegociar un acuerdo nuclear global. Pero dos días antes de esa fecha, Israel lanzó un ataque preventivo contra Irán en el que murieron casi 1,000 personas. Los ataques de represalia entre Irán e Israel continuaron, pero entonces Estados Unidos intervino con un ataque masivo contra tres instalaciones nucleares iraníes el 22 de junio. El presidente Trump anunció que el programa nuclear iraní había sido “eliminado”, pero personas funcionarias del Pentágono dijeron que solo había retrocedido uno o dos años. Se desconoce el paradero de las reservas iraníes de uranio enriquecido. Irán puede abandonar su programa nuclear para evitar nuevos ataques o puede acelerar el programa para desarrollar armas nucleares con la esperanza de que crearían un elemento de disuasión, como le ha ocurrido a Corea del Norte.
En estos ataques contra Irak e Irán, ¿dónde está el respeto por la soberanía de las naciones, por las Convenciones de Ginebra sobre la guerra, por la ONU y su mandato de mantener la paz y la seguridad internacionales? Como sabemos en ECAP, la guerra es el problema, no la respuesta. A medida que las normas internacionales se desmoronan, el papel de les trabajadores por la paz civiles cobra aún más importancia.