Kurdistán Iraquí/Oceania: Reflexionando Sobre los Cierres por Emergencia del Coronavirus

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18 July 2020

 

por Rebekah Dowling

Una amistad Australiana me dijo el otro día que un fuerte caso de nostalgia está flotando en este momento. A medida que la pandemia y el cierre por emergencia del coronavirus continúan, parece que muchas personas aquí en Australia estamos siendo forzadas a reflexionar sobre nuestras vidas—una de las casualidades del tiempo a solas.

Aquelles de nosotres que soñamos con un mundo nuevo, tenemos un sentido de esperanza. Tal vez todo este tiempo para reflexionar hará que las personas vean los problemas del mundo y realicen cambios positivos para la paz en sus relaciones y a escala global. Tal vez verán la desigualdad en las acciones del gobierno y del capitalismo global e insistirán en el cambio. Los cierres por emergencia detuvieron lo que los gobiernos consideraron trabajo «no esencial». Aquí en Australia, eso incluía cosas como espacios sociales comunitarios, camionetas de comida, bibliotecas públicas e incluso la venta del periódico callejero ‘Big Issue’. Las autoridades están arrestando a les manifestantes e imponiendo cuantiosas multas contra estas personas, a pesar de que están practicando el distanciamiento social. Mientras tanto, el gobierno mantiene las minas y los militares en funcionamiento. Se están introduciendo nuevas aplicaciones de vigilancia y el gobierno Australiano acordó que 3,000 tropas estadounidenses lleguen a Darwin, a pesar de las altas tasas de transmisión continuas de coronavirus en los EE.UU.

Mientras tanto, en el Kurdistán Iraquí, ha sucedido una situación similar. El gobierno ha promulgado cierres por emergencia para garantizar la seguridad de las personas civiles, pero también están utilizando esta crisis. El Gobierno Regional del Kurdistán comenzó a construir secretamente una base militar en ‘Warte’ y, arrestó a periodistas y activistas civiles que se opusieron a sus esfuerzos. El cierre por emergencia ha obligado a las personas con recursos financieros limitados a una mayor pobreza. Las familias que generalmente sobreviven con los ingresos que obtienen día a día, se vieron obligadas a dejar de trabajar. Una de las personas miembro del equipo en Kurdistán me contó cómo sus vecines, una familia de personas refugiadas sirias, habían tocado la puerta de su familia y explicado cómo el cierre por emergencia los había dejado sin dinero para comida o calefacción. Esta familia, ciertamente, no es un caso aislado. Mientras las personas manifestantes gritaban en el Líbano: «Prefiero morir de coronavirus que de hambre».

Por un segundo, hubo algunos indicadores esperanzadores. Las emisiones de carbono se desplomaron, y vimos pruebas de que los gobiernos tenían la capacidad de abordar el cambio climático, pero no la fuerza de voluntad. El comercio, como es habitual, se estaba parando y pareciera que ese comercio podría incluir operaciones militares. Cuando comenzaron los cierres por emergencia, el Secretario General de la ONU, Antonio Guterres, llamó a los gobiernos y grupos armados: “La furia del virus ilustra la locura de la guerra. Es hora de poner el conflicto armado en cierre por emergencia… Dejar de lado la desconfianza y la animosidad. Silenciar las armas; detener la artillería; poner fin a los ataques aéreos. Poner fin a la enfermedad de la guerra y luchar contra la enfermedad que está devastando nuestro mundo. Eso es lo que necesita nuestra familia humana, ahora más que nunca”. Pero a pesar de cierta retórica de grupos como ‘Hezbolá’, la mayoría de los militares y de los grupos armados actúan exentos de las medidas de cierre por emergencia. Nuestres socies en las montañas del Kurdistán Iraquí continúan enfrentando la amenaza de bombardeos transfronterizos regulares, solo que ahora se ve exacerbada por el temor al virus y a el impacto en el cierre por emergencia de sus fuentes de alimentos y de su acceso a la atención médica.

Estos temores son tan diferentes de los de Australia, que hicieron que la gente llena de pánico comprara papel higiénico, almacenara harina y peleara en los supermercados. En Kurdistán, las tiendas de nuestra calle permanecían completamente abastecidas y la gente charlaba tranquilamente mientras compraban lo que necesitaban. Le pregunté a uno de los miembros de mi equipo Kurdo acerca de esto, y él me contó cómo su familia había sido parte del éxodo a Irán cuando el ejército de Saddam Hussein estaba luchando y matando al pueblo Kurdo. Miles de personas murieron durante ese tiempo por exposición y hambre. Su familia viajó a las montañas con todo lo que podían transportar, y no tenían idea de si sobrevivirían. Otro compañero de equipo me contó una vez sobre el efecto de las sanciones en Irak y cómo su familia mezcló el aserrín con la harina para completar sus comidas. Mientras tanto, en países donde se desperdicia aproximadamente 1/3 de nuestra comida, el mito de la escasez ha impregnado a la sociedad occidental. Mientras que las personas en Australia, Kurdistán y alrededor del mundo pasan hambre, el capitalismo alienta a los supermercados a tirar perfectamente buena comida y para que todes nosotres acumulemos lo que queda de manera innecesaria. Un número creciente de personas en Australia viven solas, no solo aumentando la cantidad de bienes almacenados y consumidos per cápita, sino que llevando a la soledad generalizada exacerbada por el cierre por emergencia del COVID-19.

La Organización Mundial de la Salud felicitó al Gobierno Regional del Kurdistán por la eficacia con la que impusieron el cierre por emergencia. En nuestro viaje de siete horas al aeropuerto de ‘Erbil’ (usuamente a tres horas de distancia) pasamos por 12 puestos de control militar establecidos para limitar la transmisión del coronavirus. En Australia, el gobierno financió mi cuarentena obligatoria en un hotel. Estas medidas han funcionado, los casos de coronavirus han disminuido y muchas personas han hecho grandes cosas en esta crisis; pero los militares— en la mayoría de los casos — quedaron exentos de las medidas de cierre por emergencia. Esta excepción ha resaltado el espacio sagrado que ocupa el ejército dentro de las decisiones de gobernación, y el sufrimiento que causa la distinción para personas como nuestres socies en las montañas que continúan siendo bombardeades.

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