Un Viaje a la Ciudad Antigua

El Ramadán anima a las personas a visitar la ciudad antigua con sus hijes y traer de nuevo la vida a sus calles.
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Como parte de la tradición del Ramadán, muchas familias, niñes y jóvenes van con sus padres, madres o abueles a la ciudad antigua de Hebrón para escuchar sus historias sobre como solían vivir, las memorias de su niñez y jugar allí. Generalmente, visitan esta ciudad cada semana del Ramadán. En algunas ocasiones, les niñes tendrán que escuchar las mismas historias, pero están dispuestos a escucharlas una y otra vez porque les gusta ver como se ponen de felices sus padres y madres recordando cómo eran sus vidas en la ciudad antigua.

Les locales dicen que años atrás, la mayoría de las personas solían vivir alrededor de la Mezquita Ibrahimi. En esa época, aún no llamaban «la ciudad perdida» a la ciudad antigua, y nunca se hubieran imaginado que la iban a declarar muerta tan solo unos años después. Jamás de los jamases nuestres ancestres hubieran aceptado ponerle este nombre. Les locales y les comerciantes usan la metáfora de la “ciudad muerta” porque muy pocas personas vienen a visitar o a comprar algo a la ciudad antigua hoy en día. La ciudad antigua solía ser el corazón de la ciudad, donde la gente nacía, trabajaba y moría rodeado por los muros de sus viejas casas. Cada piedra usada en la construcción tiene una historia, cada pájaro ha sido testigo de algo y cada sonido tiene su lugar en este espacio.

Mohamed Mahmoud Al-Jabari invitó a un miembro de ECAP a la ciudad antigua para que escuchara las historias que él comparte con sus hijes y nietes. “La vida ahora no se parece a la de antes, todo se ha vuelto gris,” él cuenta. “Yo abandoné la casa de la que soy propietario y me fui a un lugar lejos de les soldades y de la ciudad antigua. Yo me fui, al igual que muches otres vecines porque no podíamos soportar las condiciones. Les soldades nos impusieron muchas condiciones, como toques de queda, arrestos, una vida inestable e insegura. Yo temía por mis hijes y mi familia, así que tuve que irme.”

El Ramadán anima a las personas a visitar la ciudad antigua con sus hijes y traer de nuevo la vida a sus calles. Las multitudes y la bulla alivianan la atmósfera, la gente viene a gastar dinero y le hace compras a les locales para apoyarles económicamente.

Durante su visita a la ciudad antigua usted disfrutará de una sinfonía compuesta por la risa de les niñes, pájaros cantando, vendedores animándole a que compre algo y los sonidos de los motores de los carros. Sonidos que hacen que la ciudad antigua palpite con vida. Sin mencionar los deliciosos aromas que se sobreponen unos a otros, evocando diferentes sabores, haciendo imposible distinguir si vienen de las tiendas o de las casas.

“Esta sería tu casa y estos tus vecines si les colones y les soldades no estuvieran acá. Nosotros solíamos conocer a todo el mundo y que lugar le pertenecía a cada une. Todes nosotres solíamos ser una sola familia que se cuidaba y protegía los intereses de la comunidad,” dice Al-Jabari.

Un abuelo camina arriba y abajo las calles mientras que nombra cada edificio y su dueñe, recordando cuántas personas solían vivir allí. Es una práctica común para nuestres ancianes cuando pueden venir a la ciudad antigua, como parte de su recorrido mencionan a que familia pertenecía cada edificio. “Esa es la casa de tu abuelo. Él vivía en este edificio con sus hijes, igual que lo hizo tu padre,” él recuerda. Él solo tuvo que preguntarme cuál era mi apellido e inmediatamente sabía todo sobre mi historia familiar y dónde solían vivir. Una vez visité la casa cuando era un niño, pero después lo olvide todo.

Yo siempre sentí que pertenecía a este lugar, aunque no tenía una conexión muy fuerte, pero hoy fue diferente. Hoy me sentí más conectado porque aprendí que mis raíces vienen de este lugar y de este edificio, incluso pensé en traer a mi abuelo y preguntarle a la familia que ahora habita la vivienda si podíamos visitar la casa por un rato. Dejaría que mi abuelo describiera cómo solían vivir y le pediría que me contara algunas historias sobre este lugar.

Al final del recorrido, le pregunté a Al-Jabari cuáles eran sus esperanzas para el futuro. “Lo que más deseo en el mundo es volver a vivir en la ciudad antigua como lo hice durante mi niñez,” dice él. Estrechamos nuestras manos como es tradición al despedirse. Regresé solo a la oficina, pensando sobre lo que él me había contado y cuál debería ser el título para este artículo.

Se me ocurrió que el título más adecuado sería “un viaje a la ciudad antigua”, porque incluso los habitantes de Hebrón no la visitan con frecuencia por las mismas razones que Al-Jabari. Espero que no tenga que ser un viaje en el futuro ¡la queremos de regreso!

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