Um Imran vive en la puerta de al lado de la oficina de ECAP en Hebrón. El frente de su casa está sobre la famosa calle Shuhada, que alguna vez fue el centro del comercio de Hebrón, cerrada por Israel en el 2001 para proteger a los colonos. Ella no puede utilizar su puerta principal. Compartimos nuestra puerta trasera, las escaleras y la terraza, y algunas veces nos encontramos en la terraza, en donde ella tiene hinojo y cebolla y un arbolito de limones dentro de unas materas.
Nacida en 1938, Um Imran vió el inicio de la ocupación siendo niña y ha vivido bajo ese régimen desde entonces. Esto le ha costado muchas cosas.
Um Imran era una muy buena estudiante en tercer grado de primaria. En 1948,cuando comenzó la guerra Arabe-Israelí, su familia se trasladó de Jerusalén a Hebrón, pero dejaron sus documentos atrás, y debido al peligro de la guerra era imposible recuperarlos. Sin ellos ella no pudo matricularse en la escuela. Tenía el corazón roto. Afortunadamente fue excelente como costurera, el oficio que aprendió luego. Ella era creativa, y todas las personas, incluyendo a la familia, querían trajes elaborados por ella.
Um Imran se casó y tuvo cinco hijes – su hija, Zulaikhah y cuatro niños. Zulaikhah, quien ahora cuida a su madre, creció para ser una académica, y logró el sueño que su madre quería para sí misma.
Tristemente, Um Imran perdió a su esposo. En 1967 llegó la Guerra de los Seis Días. Durante este tiempo, su esposo desapareció repentinamente sin dejar rastro cuando salió de su casa a un viaje de rutina a Jordania, junto con otras cuarenta personas, que se presume fueron masacradas en el Puente Allenby. So Um Imran tuvo que trabajar para criar a sus cinco hijes que tenían menos de diez años, lo cual no era fácil en una sociedad con tradiciones patriarcales. Ella se enfermó del agotamiento en la modistería donde trabajaba, pero descubrió su talento para los negocios, comprando a mayoristas y vendiendo ropa en sitios tan lejanos como Jerusalén y Jordania.
Um Imran también perdió a uno de sus hijos por seis años y medio, quien fue prisionero político en las cárceles israelíes. La armada llegó a la casa cuando todes dormían. Registraron la casa y se lo llevaron tal como estaba, sin darle oportunidad de vestirse. Las condiciones de la cárcel eran terribles. Una vez ella lo visitó cuando estaba nevando. “Ustedes tienen toda esta nieve afuera y nosotros ninguna nieve adentro,” dijo él. A los prisioneros se les negaba agua como castigo y toda su ropa y abrigo fueron decomisados. Ella contó historias de varios sobrinos que fueron puestos en prisión sin un juicio por ninguna razón aparente. Uno de ellos una vez compró un segundo computador en una tienda. Lo encontraron en un retén y alegaron que era un arma militar. Le decomisaron el computador y fue encarcelado por una semana, además de tener que pagar una multa de 500 shekels, y nunca tener de violeta su computador.
Le pregunté a Um Imran sobre sus esperanzas para el futuro. Ella quiere que sus hijes y nietas sean exitosas, quiere dejar de ver videos de soldados israelíes deteniendo a infantes locales. Sus ojos se iluminaron cuando agregó, enfáticamente: “Y Que no hay OCUPACIÓN!”
Inshallah, Um Imran, en el transcurso de tu vida y la mía.
Traducción por Adriana Cabrera Velazquez