En el corazón de al Khalil/Hebrón H2, en el vecindario de Wadi Husain, una valiente mujer se yergue, decidida a generar un cambio positivo en su comunidad. A través de su inquebrantable dedicación, ella organiza campamentos de de verano e invierno para niñés, brindándoles un refugio seguro y, al mismo tiempo, arrojando luz sobre las violaciones de derechos humanos perpetradas por colonos y personas soldado.
Reconociendo el impacto de la violencia y la incertidumbre en les niñes, Areej ha estado organizando campamentos de verano e invierno en la mezquita local desde el 2007 para brindarles un espacio seguro. Estos campamentos no solo ofrecen un refugio de las duras realidades de la vida cotidiana de estes niñes, sino que también fomentan la creatividad, el aprendizaje y la camaradería. A través de actividades atractivas, Areej tiene como objetivo cultivar la resiliencia, inspirar sueños y empoderar a la generación futura. Pero incluso estos esfuerzos se vieron socavados este verano por los colonos que crearon el hábito de amenazar a les niñes con sus perros a lo largo del camino hacia y desde el campamento.
Además de proporcionar un refugio para les niñes, Areej asume la crítica tarea de documentar las violaciones de derechos humanos que ocurren casi a diario alrededor de su casa, las cuales son perpetradas por colonos y por personas soldado. Armada con su cámara, captura sin temor incidentes de agresión, de discriminación y de destrucción de propiedad; asegurando que estos actos no pasen desapercibidos. Al arrojar luz sobre estas injusticias, busca movilizar el apoyo local e internacional para la causa.
Consciente de que el cambio no se puede lograr desde afuera, ella trabaja incansablemente para fortalecer el apoyo y el compromiso de las personas que viven en su área. Así que estableció el grupo local Shabab El Kheir para fomentar un sentido de solidaridad entre les residentes y contrarrestar los sentimientos de desesperación y fragmentación. Como parte de su trabajo, las mujeres tejen mantas en la mezquita para la comunidad, ya que cada año los inviernos son cada vez más duros y los calentadores eléctricos son costosos y riesgosos de usar toda la noche.
Areej, casada a los 16 años, quería continuar su educación, pero se le hizo imposible debido a la Segunda Intifada (levantamiento), durante la cual esta zona estuvo sitiada entre el 2000 y el 2005. Ahora vive sola con sus cinco hijes, mientras que su marido vive en Ramallah porque no hay trabajo para él en la zona. En el 2007, a Areej le diagnosticaron cáncer y necesitó dos operaciones. En lugar de agobiarla, la motivó a luchar no solo por su vida, sino también por un futuro mejor para sus hijes y para su comunidad.
Su compromiso inquebrantable con la justicia y el empoderamiento sirve como testimonio de la fortaleza y la resiliencia del espíritu humano. Mientras reflexionamos sobre su extraordinario viaje, recordamos el poder transformador de la compasión, la empatía y el activismo para construir un futuro mejor para las comunidades afectadas por conflictos.