El temor es lo que nos impide perseguir las cosas que amamos, expresar nuestras creencias y alzar nuestra voz. Surge ante un daño potencial, ya sea físico, emocional o psicológico, real o imaginario. En Palestina, el movimiento sionista ha empleado esta táctica desde 1948. Muchas personas abandonaron sus pueblos al enterarse de las acciones de las personas sionistas en otros lugares, realizadas con el objetivo de infundir temor en sus mentes.
Desde 1948 no ha habido grandes cambios en las tácticas israelíes, pero el reciente genocidio de Gaza ha revelado el alcance de la brutalidad y los actos violentos cometidos por las fuerzas de ocupación israelíes en toda Palestina, especialmente en Gaza. Sin embargo, estas atrocidades no se limitan a Gaza; se han presenciado incidentes similares en Yenín, Tulkarm y Al Khalil/Hebrón, en Cisjordania.
A partir del 7 de octubre, protestas estallaron en toda la Palestina histórica, inicialmente con algunas de las manifestaciones más multitudinarias de los últimos años. Por desgracia, duraron poco. Las personas palestinas en Israel se enfrentaron a encarcelamientos y a graves acusaciones, tales como amenazar la seguridad nacional, colaborar con personas individuales contrarias al Estado o planear actos de terror.
Situaciones similares se produjeron en Cisjordania, donde miles de personas fueron detenidas sin cargos claros, sometidas a brutales palizas, humillaciones, hambre o privadas de agua y alimentos adecuados. Estas desgarradoras historias fueron compartidas por quienes las vivieron directamente o por personas en la defensa jurídica en contacto con las personas afectadas, ya que las visitas están severamente restringidas, incluso para organizaciones como la Cruz Roja.
Aparte de los relatos personales, las imágenes de las Fuerzas de Ocupación Israelíes (FOI) sirven como prueba sustancial del trato que reciben las personas prisioneras palestinas. Las personas soldado han compartido en las redes sociales cómo ellas humillan a las personas detenidas, obligándolas a desnudarse, esposándolas, vendándoles los ojos y sometiéndolas a fuertes palizas.
El temor no es sólo a la muerte en sí, como expresó elocuentemente mi sobrina de ocho años: «Quiero morir en paz, no por una bala o por un cohete». Es el temor a perder a los seres queridos, el trabajo y la esencia de la vida, a dejar de vivir a pesar de estar con vida. Presenciar la tortura de los seres queridos sintiéndose impotente intensifica este temor.
Tras soportar meses de agresiones, el deseo de marcharse se hizo fuerte, alimentado por la renuencia a vivir en una tienda de campaña y presenciar la evacuación forzosa de la familia sin que esta sepa a adónde ir. Resultó cierta la creencia de que, si tales acciones eran posibles en Gaza sin intervención, que estas podrían ocurrir en Cisjordania. Los carteles lanzados a personas manifestantes y entregados a los comerciantes en el casco antiguo de Al Jalil/Hebrón transmitían amenazas y advertencias contra la resistencia, citando a Gaza como ejemplo.
A pesar de su éxito en la represión de las manifestaciones en Cisjordania, las actividades delictivas de las FOI persisten. Siguen arrestando, deteniendo y sometiendo a cacheos a personas por el contenido de sus teléfonos y por sus preferencias de noticias. La intimidación se extiende a la humillación física, con incidentes de personas obligadas a caminar casi desnudas por los puestos de control fronterizo debido al contenido de sus teléfonos. Estos incidentes ocurren a diario, aunque la mayoría no se han documentado porque algunas personas temen que compartirlos las exponga a más violencia.
Yo puedo compartir mi propia experiencia. Vivo junto a una base militar israelí donde las personas soldado patrullan a diario, paran coches y realizan cacheos. También detienen a personas, llevándolas a la base militar. No permiten circular a los coches a menos que estén a una distancia considerable, unos 20 metros, ya que cualquier acercamiento podría considerarse una amenaza, que podría intensificarse muy rápidamente. Aunque saben que nuestra casa está cerca, nos apuntan con sus rifles, lo que crea una sensación de temor palpable.
El mes pasado, unas personas soldado nos interceptaron cuando salíamos de nuestra casa para llevar a mi padre al médico. Dado el dolor de mi padre, pedimos permiso para continuar, como «normalmente» se nos exige. Sin embargo, esta vez su respuesta fue agresiva, con gritos e insultos. Las personas soldado nos ordenaron que entregáramos las llaves del coche, que arrojaron cruelmente a la calle. Al oír a mi hermana pronunciar «Astaghfirullah» (pido perdón a Dios), intensificaron su agresión, empujando con fuerza la ventana y a la misma vez, gritaban. El temor era abrumador, pues temíamos que rompieran el cristal o algo aún peor.
Aunque tales experiencias puedan parecer triviales en comparación con otras, son innegablemente aterradoras. Al mismo tiempo, no disuaden a las personas de salir e intentar vivir cada día al máximo. La gente puede permanecer asustada, pero no callada. Las cuatro respuestas al temor—luchar, huir, congelarse y acobardarse—siguen siendo pertinentes. A pesar de la continua opresión, las personas palestinas están decididas a resistir, ya sea buscando la libertad o luchando por la dignidad.
Además, el mundo está mirando. Puede que los efectos inmediatos de esta agresión no sean muy claros, pero a largo plazo, la gente transmitirá sus pensamientos e ideas a la siguiente generación. El mundo no aceptará más las mentiras y la propaganda sionistas. Este es el trabajo de educación que muchas personas palestinas, que ECAP y otras organizaciones llevan haciendo desde hace mucho tiempo. La verdad, a pesar de los intentos de distorsión, acabará saliendo a la luz. Como afirmó acertadamente Dinos Christianopoulos: «Intentaron enterrarnos; no sabían que somos semillas». Ha llegado el momento de cosechar esas semillas.