Visité Cisjordania en Palestina por primera vez en el 2022. Vine para ver la situación con mis propios ojos y para comprender mejor lo que significan en realidad el apartheid, la opresión y la ocupación. Puedes ser testigo de estas cosas a través de las noticias o las redes sociales, pero la diferencia es enorme cuando estás allí personalmente y lo ves con tus propios ojos.
Pasé cinco días en Hebrón y me alojé en una pensión en la parte sur de Ciudad Antigua de Al-Khalil / Hebrón. Todas las mañanas tenía que pasar por dos puestos de control. Entre estos dos puestos de control, hay puestos de avanzada israelíes donde a veces te paran y te piden el pasaporte y el visado y te preguntan por tu religión. Debido a los dos puestos de control y a los interrogatorios, que eran muy estresantes y ponían los nervios de punta, decidí pasar todo el día hasta la última hora de la tarde entre la Ciudad Antigua y la nueva de Al-Khalil. Enseguida me di cuenta de lo estresante que es para la ciudadanía palestina ir del punto A al punto B.
El nivel de control y segregación impuesto por el ejército y los colonos israelíes era asombroso. En Hebrón, la realidad del sistema de apartheid se hizo brutalmente evidente. La ciudad está dividida en la zona H1, controlada por la Autoridad Palestina, y la zona H2, que se encuentra bajo completo control militar israelí. En la zona H2, las personas palestinas enfrentan restricciones severas tanto en sus desplazamientos como en sus vidas cotidianas.
Fue impactante ver que muchas calles, que antes pertenecían al pueblo palestino, ahora están cerradas para él. No pueden caminar por sus calles y ni siquiera pueden transitar en sus coches. Las personas palestinas tuvieron que cerrar sus negocios en la zona y, por esta razón, se convirtió en una ciudad fantasma. Los colonos sionistas, con la ayuda de las Fuerzas Israelíes de Ocupación (IOF), tomaron el control de zonas de la ciudad antigua y de Avraham Avinu, Beit Romano, Beit Hadassah y Tel Rumeida adyacentes. Los dos asentamientos más grandes son Havot Harsina y Kiryat Arba.
La calle Shuhada, que fue anteriormente una animada calle de mercado, está ahora cerrada a las personas palestinas y sólo los colonos pueden circular libremente. La fuerte presencia militar y los frecuentes enfrentamientos entre colonos y personas palestinas crean una atmósfera de miedo y tensión. Más de setecientos colonos ocupan la zona H2 y están protegidos por casi dos mil soldados israelíes.
Durante los cinco días hablé con propietarios y propietarias de las tiendas y la ciudadanía de la Ciudad Antigua. Me contaron sus historias de cómo es vivir bajo la ocupación y la opresión. Profundicé en mi comprensión de la situación porque observé con mis propios ojos cómo actuaban, reaccionaban y hablaban les soldados y los colonos israelíes. Nunca olvidaré un incidente ocurrido un sábado, cuando los colonos desfilaron por la Ciudad Antigua con la protección de las fuerzas de ocupación. Estaba comprando cigarrillos y la dueña de la tienda me pidió que me quedara con ella porque pronto pasarían soldados con colonos. Me senté fuera en una mesa con la dueña de la tienda, donde vende productos hechos a mano. Unos minutos después, les soldados vinieron hacia donde estábamos. Actuaban como si estuvieran en una película de guerra de Hollywood; se arrodillaron en el suelo y apuntaron con sus armas a las ventanas. Mientras pasaban muchos colonos, una mujer joven se detuvo ante mí, me miró directamente y me preguntó de dónde era y qué hacía allí. Le respondí que era turista y que visitaba Hebrón. Me preguntó si era activista de derechos humanos y le contesté: «No, sólo soy turista, ¡eso es todo!». Parecía sorprendida y molesta de que yo estuviera sentada con una mujer palestina. Finalmente, me preguntó si quería unirme a su movimiento/organización, pero no le contesté.
Dos años más tarde, estoy de vuelta en Al-Khalil y me alegra ver que toda la gente que conocí sigue aquí y están bien. Por supuesto, la palabra «bien» no es del todo exacta porque nada está realmente bien aquí. Nada ha cambiado respecto a los puestos de control, los bloqueos de calles, las zonas prohibidas para personas palestinas y los asentamientos ilegales israelíes.
Desde el 7 de octubre, la situación ha empeorado para todo el pueblo palestino. Las acciones de los colonos se han vuelto más violentas, así como las acciones militares israelíes contra las personas palestinas. Mientras estoy aquí, puedo sentir la tensión, la impotencia y el miedo. He visitado Masafer Yatta por primera vez y he descubierto mucho más que hace dos años. Ver y escuchar lo que ocurre en los pueblos de Masafer Yatta es agotador.
La situación en Masafer Yatta es especialmente grave. Esta zona situada en las colinas del sur de Hebrón alberga comunidades beduinas palestinas que viven bajo una constante amenaza de desalojo por parte de colonos y de las Fuerzas Israelíes de Ocupación (IOF). Las personas que residen allí viven con el temor permanente de que se ejecuten órdenes de demolición, lo que les dejaría sin hogar. En la aldea que visitamos, llamada Umm Al Khair, se ejecutó una orden de demolición que dejó a 40 familias repentinamente sin hogar. Su acceso a necesidades básicas como el agua, la electricidad y la educación se ha visto gravemente restringido. Cuando los colonos cortaban las tuberías de agua de Umm Al Khair, dejaban al pueblo sin agua durante varios días porque se tardaba días en encontrar y reparar las tuberías dañadas.
En Hebrón y más allá, la opresión sistemática de las personas palestinas es evidente en todos los aspectos de la vida cotidiana. El sistema de apartheid no sólo segrega, sino que deshumaniza a la población palestina y la despoja de sus derechos fundamentales y de su dignidad. Es un crudo recordatorio de la urgente necesidad de justicia e igualdad en Palestina.