Llegué a la oficina y mi compañera Tarteel me preguntó: ¿cómo estuvo esta mañana la ronda en la escuela?, y le dije: “estuvo tranquila” con esas dos palabras pretendía expresar que los soldados en el checkpoint dejaron cruzar a todos los niños y profesores para ir a la escuela, que no les agredieron físicamente, que no hubo enfrentamientos, que no les tiraron gas, que no arrestaron a nadie, que no nos obligaron a retirarnos, que no nos decomisaron las cámaras, que nadie murió… todo eso incluía mi “estuvo tranquilo” expresión que a los 5 segundos de haberla dicho quería deshacerla en el aire, quería recogerla, silenciarla y esconderla en lo profundo de mi, porque lo cierto es que algo sí sigue muriendo ante nuestros ojos cada día en medio de esa falsa tranquilidad; así nace esta reflexión, una invitación para que colectivamente hablemos del escolasticidio.
El escolasticidio es un término acuñado por la profesora Karma Nabulsi y que se refiere al patrón histórico de ataques israelíes contra académicos, estudiantes e instituciones educativas palestinas desde la Nakba (La Catástrofe) de 1948. El término combina el prefijo latino schola (escuela) con el sufijo cide (matar). Nabulsi lo utilizó para describir la «destrucción sistemática de la educación palestina por parte de Israel» y que, por desgracia, continuará vigente mientras continúe el colonialismo israelí.
Desde la última ofensiva militar y genocida de Israel contra Gaza el 7 de octubre de 2023 hasta la actualidad, el escolasticidio se ha aumentado de forma exponencial y sin precedentes. Contra todas las leyes y las normas del Derecho Internacional, la política israelí no solo restringe el acceso a la educación como derecho fundamental, sino que adelanta una destrucción sistemática que se encamina a la aniquilación total de la educación en Gaza, y cuyas medidas ilegales no se restringe a ese territorio, sino que se extienden por toda la palestina ocupada.
El Ministerio de Educación palestino informó que el régimen sionista de Israel en un año, ha asesinado en la Franja de Gaza a más de 12.000 estudiantes y ha dejado heridos a casi 20.000. El daño a la infraestructura educativa ha sido igualmente devastador, 441 escuelas y 65 centros escolares de la Agencia de Obras Públicas y Socorro de las Naciones Unidas para los Refugiados (UNRWA) han sido bombardeadas y todas las universidades de Gaza han sido completamente destruidas. La situación educativa en Cisjordania es igualmente desesperanzadora, aquí se registran 115 estudiantes muertos, 609 lesionados y 466 detenidos en el último año, y las universidades están siendo asaltadas, banalizadas o dañadas gravemente.
La demolición de infraestructuras educativas es un tema crítico que exacerba esta crisis y afecta directamente el acceso a la educación de la niñez palestina, las autoridades israelíes han demolido escuelas y aulas, especialmente en Masafer Yatta, (South Hebron Hills), sumado a ello, las políticas de Israel hacen casi imposible obtener permisos de construcción para escuelas y otras estructuras comunitarias.
Como resultado, muchas de las instalaciones educativas son declaradas ilegales y enfrentan órdenes de demolición, organizaciones israelíes de Derechos Humanos como B’Tselem han denunciado que estas políticas son una herramienta para la expansión de asentamientos y el desplazamiento de comunidades palestinas. Desde el 7 de octubre de 2023, La Oficina de Coordinación de Asuntos Humanitarios (OCHA) registró 1.227 agresiones de colonos contra palestinos y sus bienes, alcanzando la cifra más alta desde que la ONU comenzó a registrar estos datos en 2006.
A diario, miles de estudiantes siguen enfrentando desafíos para acceder a la educación debido a la militarización, la violencia misma que implica la ocupación y las restricciones de movimiento. Los informes de las Naciones Unidas evidencian cómo los puestos de control militar, generan restricciones que a menudo afectan el acceso a servicios básicos como lo es la educación o la salud, debido los a cierres temporales o permanentes que retrasan o imposibilitan la llegada a sus escuelas y, además los expone al acoso, la intimidación e incluso a ataques directos por parte de soldados y colonos.
Las restricciones de movimiento impuestas ilegalmente por Israel se han intensificado desde el 7 de octubre como un castigo colectivo sobre la población palestina en toda la Cisjordania, pero especialmente en Al Khalil (Hebrón), en la zona H2 bajo control directo de Israel, en cuyos puestos de control militar solo se permite el cruce durante pocas horas al día, lo que les impide salir o ingresar a sus casas libremente, también se imponen toques de queda que les obliga a permanecer en sus casas por días consecutivos, afectando a los residentes de dichas “áreas restringidas”, las cuales no son otra cosa que guettos impuestos por el apartheid israelí para segregar la población palestina e impedirles tanto la asistencia a clases, al trabajo, como el acceso a servicios básicos y vitales, perpetuando así un ciclo de exclusión y vulnerabilidad.
La militarización de la educación en Cisjordania no solo limita el acceso a la formación académica en su más estricto sentido, sino que también genera un entorno de constante inseguridad y trauma para las infancias afectando gravemente su bienestar emocional y psicológico, un ambiente de miedo constante que desincentiva a las familias a enviar a sus hijos a estudiar, por lo que, la desescolarización ha ido en un preocupante aumento.
Todos estos actos sistemáticos y deliberados constituyen el escolasticidio y buscan quebrantar el espíritu de la resistencia palestina, como lo expresa Sundos Hammad, la coordinadora de la Campaña por el Derecho a la Educación en la Universidad Birzeit “Esta estrategia, que forma parte de una política colonial más amplia, apunta no sólo a asfixiar la infraestructura física del aprendizaje, sino también a aniquilar el crecimiento intelectual del pueblo palestino.”
Pero esta estrategia subestima la fuerza espiritual de este pueblo que no deja que nada muera en vano, y entonces, hace que la vida brote ante nuestros ojos, a pesar del suelo ocupado, ese es su Sumud, un término árabe sin una definición literal, pero que recoge y expresa una mezcla entre la resiliencia, la firmeza y la perseverancia inquebrantable, busca describir la resistencia cotidiana palestina contra la ocupación israelí, esa capacidad de transformar la violencia con amor y con toda la convicción en su derecho de existir, de permanecer y de vivir con dignidad y en total libertad en su territorio, nada menos que eso, insha’Allah.