Les damos la bienvenida al Punto de Control Militar 160

En agosto, la reservista de ECAP Maggie Hindley regresó a Al Khalil/Hebrón después de unos años. Se reunió con personas que había conocido anteriormente y reflexiona sobre los cambios en sus vidas cotidianas tras dos años de guerra en Gaza.
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Le damos la bienvenida al Puesto de Control Militar 160, el famoso cruce de Salaymeh en Hebrón, Palestina. Pasé bastante tiempo parada a unos metros de allí, observando, el comienzo y el final de la jornada escolar en mayo del 2022 y del 2023. Hice amistad con algunas de las personas que vivían a su sombra. En agosto del 2025, por fin pude regresar y preguntar cómo habían cambiado las cosas desde que comenzó la guerra en Gaza.

Kawthar, una enfermera jubilada de voz suave, vive sola en una pequeña casa con vistas al puesto de control militar. En el 2023 – mi compañere de equipo y yo investigamos un incidente aterrador y cómico a la vez – una granada que podía ser o no gas lacrimógeno o una bomba sónica. Había aterrizado en el pequeño patio entre su casa y el puesto de control militar y, cuando Kawther, con valentía, preguntó cómo había llegado allí, las personas soldado respondieron que “había volado”. Afortunadamente, no explotó cuando la trasladamos a un contenedor cercano.

Esta vez, Kawther pidió reunirse conmigo y con mi compañere de equipo lejos de su casa. Si ella recibe visitas, las personas soldado la acusan de proporcionarles un acceso alternativo al puesto de control militar. Lo cual es una tontería. Ella es prácticamente una prisionera debido al puesto de control militar, el cual permanece cerrado durante 36 horas cada semana por el sabbat judío y todos los días entre las 10 de la noche y las 6 de la mañana. A menudo también se cierra de forma aleatoria en otros momentos.

Un gran problema es el suministro de agua, que se ha interrumpido. No es de extrañar que el ayuntamiento no haya hecho nada al respecto. Musbah, el amable tendero que vive al otro lado del puesto de control militar, intentó tender una manguera desde su casa hasta la de ella, pero las personas soldado lo amenazaron con dispararle si no la quitaba.

En una ocasión, a mitad de la noche, recibió la visita de unas personas soldado. Le exigieron que les entregara la llave de su casa, y ella lo hizo. Más tarde volvieron y se la devolvieron, diciendo que volverían por ella más tarde. No lo hicieron. Pero ella estaba aterrorizada.

Le gritan mucho, solo por el simple hecho de acosarla, al parecer.

Al otro lado de la calle, su amigo y amigo nuestro, el tendero Musbah, nos recibió con su habitual cordialidad. Le pregunté por su hijo de diecisiete años, que dos años atrás había sido golpeado, arrestado y detenido por las personas soldado simplemente por estar fuera de la tienda mientras su padre rezaba sus oraciones vespertinas.

¿Sigue él en la cárcel?, pregunté. “No, pero tuvimos que pagar mucho dinero para sacarlo”, respondió Musbah. Por supuesto, no hubo juicio. ¡Las multas pagadas a cambio de la liberación de personas detenidas sin juicio son una importante fuente de ingresos para el gobierno israelí!

Un poco más adelante se encuentra la fábrica de zapatos de Abu Ashraf, en un edificio en el que también viven sus cinco hijes y sus familias. Pregunté por el recién nacido que hace dos años tenía problemas pulmonares debido a la exposición diaria al gas lacrimógeno y – recibiendo buenas noticias – me mostraron una foto de un niño pequeño guapo y radiante, ahora ya recuperado, y de su hermanita. Vimos a muches niñes (al parecer hay 40 nietes) que sentían emoción por la visita y charlaban alegremente. Pero Abu Ashraf nos contó que, diez días antes, les niñes estaban jugando fuera y, cuando gritaron “¡personas soldado!” y corrieron hacia sus casas, las personas soldado dispararon munición real por la calle.

Las personas soldado realizan patrullas aleatorias por la zona y, sí, siguen lanzando gases lacrimógenos y bombas sónicas. Muchas personas se han mudado fuera de la zona, dice Abu Ashraf, y si, por ejemplo, una familia está esperando un bebé, alquilan un piso fuera durante un breve periodo de tiempo por si el cierre de los puestos de control militar les impide llegar al hospital. Aunque todas las personas en la fábrica parecían estar bien, el negocio ha sufrido mucho debido a las restricciones y la situación está empeorando – lo cual es grave, ya que al menos cuarenta personas dependen del negocio para obtener ingresos. A veces, él dice, solo tienen pan y tomates para la cena. Se puede ver, en su expresión en la foto, que Abu Ashraf está enojado. Pero él está seguro de que pronto habrá momentos para la rendición de cuentas.

Me decepcionó no poder localizar a Abu Fathi y a Abu Mahmoud, dos ancianos del Comité de Padres que solían vigilar el puesto de control militar con nosotres en el 2023 (cuando tomé esta foto), persiguiendo a les niñes que se entretenían en el camino a la escuela y disuadiéndoles de lanzar incluso las piedras más pequeñas en dirección a las personas soldado. Me han asegurado que su trabajo será mucho más fácil ahora que las personas soldado han empezado a utilizar munición real.

No hay labor en el puesto de control militar durante mi visita este agosto. La semana que viene empiezan las clases del nuevo semestre. Habrá menos niñes en estas escuelas, a las que tantas personas estudiantes tienen que llegar pasando por Salaymeh. Muches madres y padres de familia están trasladando a sus hijes a escuelas más seguras, aunque el trayecto sea más largo. En cualquier caso, es probable que las escuelas solo abran tres días a la semana, ya que la Municipalidad sigue sin pagar a les profesores. Durante el semestre, ECAP estará allí, día tras día, aunque hay menos organizaciones con las que compartir el trabajo en Hebrón – el Programa Ecuménico de Acompañamiento en Palestina e Israel, por ejemplo, ya no cubre Hebrón desde la guerra. El equipo actuará de incógnito; en la actualidad, llevar un chaleco reconocible le convierte en un blanco, en lugar de lo contrario. Estas personas serán apreciadas por les niñes, por las madres y los padres, y por las escuelas.

Un adolescente declaró ante ECAP:

“A veces las personas soldado se ríen de mí cuando paso. Bloquean el control de acceso giratorio a propósito y me hacen ir y venir como si fuera un juego. Yo quería correr, pero tenía demasiado miedo”.

Y una persona estudiante un poco mayor dice:

“No puedes impedir que las personas soldado nos registren. Pero es importante que ustedes estén ahí, que nos observen, que se preocupen por nosotres. Cambia la forma en que nos sentimos cuando pasamos junto a ellas. Es más importante para nosotres de lo que ustedes se imaginan”.

Creo que la vigilancia será aún más arriesgada que en el pasado.

Me parecía arriesgado viajar a Hebrón solo por dos semanas esta vez. La ciudad, siempre tensa, ahora está bastante agitada. Me inquietaban especialmente las cámaras y las luces que las Fuerzas Israelíes de Ocupación habían colocado en muchos tejados requisados, y sobre todo los drones, que sonaban como mosquitos monstruosos y que una noche volaron por encima del balcón de la casa de ECAP mientras se celebraba una fiesta judía. Agradezco aún más la bienvenida (¡mucho más cálida que la de Salaymeh!) que me brindaron el equipo y todas las personas con las que hablé y a las que fotografié. Gracias al equipo por dedicarme tiempo, en un momento de gran ajetreo para el trabajo en general, para facilitar e interpretar mis visitas, y especialmente a Baha’a, que hizo mucho más de lo que se esperaba de él. ¡Qué paciencia!

Por encima de todo, siento agradecimiento por la constante y valiente disposición de mis amistades a hacer todo lo posible para resistir el genocidio, la guerra y la ocupación.

Adiós, Puesto de Control Militar 160. Me encantaría volver y descubrir que ya no existes.

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