Micoahumado — un micro retrato de Colombia

Facebook
Twitter
Email
WhatsApp
Print

Ni lxs niñxs están a salvo de ser involucrados: los soldados les ofrecen dulces a cambio de información,
violando los derechos humanos de lxs niñxs. Foto: Juliane Assmann/ECAP

por Juliane Assman

Es un día nublado hacia finales de mayo. Mi espalda se aplasta contra las tablas de madera en el platón de la camioneta que nos lleva por la accidentada ruta hacia las montañas de Micoahumado. Estoy por aprender que cuanto más relajada te sientas, menos morados te quedan. A mi izquierda, uno de los campesinos, que está conversando con mi compañero de equipo, se acerca de una manera incómoda. Me deslizo un poco a la derecha pero no puedo ir muy lejos porque un joven está sentado ahí. Unos diez minutos después, decido decir algo y pedir al hombre que se mueva a su izquierda y él accede, no sin protestar.

 

No estamos haciendo un viaje de 10 horas para hablar únicamente de dinámicas sexistas y privilegios masculinos. Vamos en camino para acompañar a una comunidad que, hace más de 15 años, se declaró una vereda de paz iniciando su propio proceso de negociación con los paramilitares y el ELN. Hasta principios de este año, Micoahumado tuvo acuerdos con los grupos armados prohibiendo su entrada a las veredas estando armados y marcando un ejemplo para muchas veredas y ciudades vecinas.  Sin embargo, han vuelto a estar en la línea de fuego, literalmente. Tres hombres han sido asesinados. Wilmar Carvajalino estaba regresando a Micoahumado desde el municipio vecino de Morales y transportando bienes para la tienda comunitaria. Le dispararon 15 veces en la cara el día 10 de marzo, justo dos días después de que uno de los precandidatos para el Consejo Municipal, Belisario Arciniegas García, fuera alejado de su esposa hacia la calle y le dispararan. La tercera víctima es un joven adolescente que estaba jugando fútbol. El Ejército declaró que milicianos de la guerrilla del ELN estaban cerca del campo de fútbol y los enfrentaron en combate. El joven fue asesinado, supuestamente, debido al fuego cruzado. La comunidad reportó que, más temprano ese mismo día, los guerrilleros del ELN efectivamente si habían pasado por el municipio, pero, al momento de sonar los disparos que mataron al joven no había ningún miliciano de la guerrilla allí. 

Ahora estamos en camino hacia la comunidad hasta que una comisión de organizaciones sociales y de derechos humanos colombianas llegue en dos días para escuchar las preocupaciones y pedidos de la comunidad. Hasta que la comisión llegue, comemos y conversamos con la familia de Pablo Santiago, uno de los líderes de Micoahumado, caminamos hacia su finca (por ahora es suficientemente seguro para ir), y conocemos a la pequeña familia venezolana que se ha estado quedando allí. Aunque las minas antipersonales fueron removidas por el ELN en los años 2000 como consecuencia de las negociaciones de paz de la guerrilla con la comunidad, es importante no salirse de los caminos demarcados. Arizolina Rodríguez, una de las lideresas, nos cuenta que entre cinco y seis vacas han pisado minas en el último año y que un campesino perdió un ojo y una pierna.

También visitamos a otro líder social y uno de los antiguos amigos del equipo, Juan Bautista Colorado, quien nos cuenta acerca de la peor parte de estar entre los dos frentes: la guerra psicológica. Tanto el ELN como el Ejército colombiano son una amenaza letal para la población civil al combatir en el centro del pueblo, como ocurrió el 2 de febrero de este año. Esta amenaza hace imposible que lxs campesinxs lleguen a sus fincas y cultiven su tierra de donde proviene su alimentación. Desde febrero, la economía ha caído un 80%. Aún con una economía funcionando, muchas familias apenas sobreviven. Pero lo que realmente corroe la esperanza y el coraje son los eventos cotidianos. Eventos como el paso de las patrullas del Ejército en el pueblo tomando fotos de las casas y las personas, la intrusión en las escuelas preguntando a lxs maestrxs por las niñas para realizar por ellos las tareas de limpieza, la presencia generalizada de armas, las esporádicas visitas del ELN buscando mujeres, exigiendo agua o usando los baños privados de las familias y la publicación de una lista de aproximadamente 20 personas identificadas por el ELN.  

Ni lxs niñxs están a salvo de ser involucrados. Los soldados les ofrecen dulces a cambio de información, violando sus derechos humanos y otra ley humanitaria de las Convenciones de Ginebra: mantener a lxs niñxs fuera del conflicto. Cuando las batallas ocurren durante el día en o cerca al pueblo la asistencia a clases es casi imposible por razones de seguridad. Cuando hablamos con Arizolina, ella mencionó cuánto sufren lxs niñxs y cuan intimidadxs están por las patrullas diarias. Ella misma tiene tres niñxs y tres nietxs.

 

Es mediados de julio y las noticias cuentan que hay nueve miembros de Micoahumado que fueron capturados por el Ejército al ser acusados de múltiples crímenes, entre los cuales está la rebelión, que es una forma de acusar a los miembros de la comunidad por trabajar con el ELN. Cuando leí que cientos de campesinos marchaban por las calles hacia Morales para bloquear el municipio como una forma de protesta no violenta hacia esa arbitrariedad, pensé cómo sería mi viaje de vuelta hacia Micoahumado por ese mismo camino. Recuerdo qué tan impactada estaba por esa escena, qué tan verdes eran las montañas, el paisaje que se veía sobre el Río Magdalena y los acantilados rocosos que Arizolina y mi intrusivo compañero de viaje me habían mostrado durante el camino. 

Recuerdo el comedor de Pablo y su esposa Mema, decorado con fotos de sus cinco hijxs – fotos de graduación, de quinceaños, retratos y fotos de bebés. Recuerdo a mi compañero de equipo practicando las tablas de multiplicar con Susana, quien está en 4 grado y está viviendo su niñez en una zona de guerra. Mi esperanza es que Susana** encontrará la resiliencia para terminar la escuela a pesar de crecer en una zona de guerra. Que pueda tener la inolvidable experiencia de los quinceaños dentro de algunos años. Y que no ceda a las frustraciones, traumas y presiones y, por ejemplo, abandone la comunidad.

Nuestra esperanza y objetivo como ECAP es que Micoahumado pueda repetir ese inmenso esfuerzo e implementar un proceso de paz con todos los actores involucrados porque, si este proceso falla, otras comunidades que han seguido el ejemplo de negociaciones y acuerdos de Micoahumado pueden volver a la violencia.

ECAP continuará acompañando a la comunidad de Michoahumado. Si quieres apoyar las iniciativas civiles de paz como esta, por favor considera realizar una donación a ECAP para que podamos continuar con este trabajo en una forma regular y con confianza.

¡Dona ya!

Categories

Subscribe to the Friday Bulletin

Get Hannah’s thoughts and the entire bulletin every Friday in your inbox, and don’t miss out on news from the teams, a list of what we’re reading and information on ways to take action.

This site is protected by reCAPTCHA and the Google Privacy Policy and Terms of Service apply.

Read More Stories

A person in a red jacket and a child stand in the rubble of a demolished house

Las demoliciones en Masafer Yatta no han disminuido

Ni siquiera las tiendas de campaña en las que se refugian las familias tras la demolición de sus casas se salvan de la destrucción. Las personas palestinas suelen quitar sus tiendas de campaña por temor a que los colonos les ataquen por la noche con cócteles molotov.

Ir al contenido