Laila es la única comerciante en la Ciudad Antigua que es mujer. Ella ha abierto las puertas de su tienda todos los días desde el 2007, preservando la herencia palestina, vendiendo piezas de bordado palestinas a todas las personas—excepto a los colonos israelíes, quienes robaron su tierra y trataron de robar mercancías de su tienda el Día de Sucot.
Laila aprendió inglés por su cuenta, no solo porque es útil para los negocios sino porque quiere contar su historia a personas de todo el mundo, hablar sobre las circunstancias reales de la vida palestina en al Khalil/Hebrón.
Un día, mientras ella abría su tienda, como de costumbre, las personas soldado de la Ocupación Israelí estaban repartidas por toda la Ciudad Antigua y habían cerrado la entrada a las personas palestinas. Dos personas soldado se apostaron cada dos metros, de pie junto a las tiendas palestinas y controlando a todas las personas que querían entrar en la zona.
Luego, cientos de colonos invadieron la Ciudad Antigua, con amplia protección de las personas soldado.
Ver a estos grandes grupos de colonos que vienen de alrededor del mundo, hacer un recorrido por una ciudad palestina como si fuera parte de la historia de Israel y comprar productos palestinos con el nombre de Israel y con la total protección militar es como una terrible pesadilla de la que se quiere despertar.
Después de abrir su tienda, Laila tuvo una conversación con dos personas soldado que estaban cerca. Les preguntó sobre sus historias, por qué estaban presentes ese día en la Ciudad Antigua y qué les lleva a cometer estas atrocidades contra las personas palestinas.
Uno de los soldados mostro mucha agresividad y racismo; él cree que esta tierra pertenece a sus abueles, por lo que su objetivo es expulsar o matar a las personas palestinas. El otro soldado estaba más abierto a hablar en un tono menos intenso y le dijo a Laila: “¡Estoy aquí porque la otra opción es la prisión!”.
El soldado racista siguió hablando y le dijo a Laila que odia a las personas Musulmanas porque a ellas no les gustan las personas judías. “Nunca hemos tenido ningún problema con ninguna persona judía”, respondió Laila. Nuestra lucha no es sacar a las personas judías de Palestina; nuestro problema es cómo nos trata el Pueblo Israelí y la limpieza étnica de todas las personas palestinas de sus tierras para que gente de fuera ocupe nuestro lugar”. Hay un barrio en la Ciudad Antigua donde las personas judías, cristianas y musulmanas solían convivir sin conflicto religioso.
Esta no es la primera vez que Laila habla con soldados israelíes. Una vez, después de al-Naksa (el “revés” de la Guerra de los Seis Días de 1967), ella llevó a su hijo a la playa en Haifa. Cuando encontraron un lugar en la arena, Laila notó que había dos hombres israelíes cerca, y uno hablaba árabe. Ella se acercó a él y le preguntó si podía hacerle algunas preguntas.
“Soy originario de Egipto, un judío egipcio, y tenía una fábrica textilera en mi país. Vinieron y me dijeron que hay una tierra sin gente y que allá, hasta las piedras son de oro”, él recordó. “Nos dijeron que podíamos invertir y comprar mucha tierra allí y que es solo para personas judías. Así que vendí todo lo que tenía en Egipto y vine aquí. Fue entonces cuando nos dijeron que debíamos servir en el ejército”.
Laila luego preguntó si había gente aquí cuando él llegó.
“Sí, tuvimos una gran guerra y era imposible matar a todas las personas para vaciar la tierra”, dijo. “Nuestra estrategia entonces era matar a todas las personas de una aldea, y cuando las personas de las otras aldeas se enterarán de lo que pasó, se irían solas”.
«¿Estás satisfecho con lo que has hecho?» preguntó Laila.
“Voy a empezar a pescar ahora que me jubilé”, respondió.
Laila le recordó su privilegio de acceder al mar, derecho que ella y su familia no tienen, sin antes pedir permiso.
Entonces, ¿por qué Laila participa en estas conversaciones? “Realmente no quiero hablar con las personas que nos asesinan, pero tengo que resistir de alguna manera”, dijo. “Quiero contarles a estos jóvenes soldados en Hebrón sobre la realidad de las personas palestinas. Nosotres no le robamos nada a nadie”.
Durante las invasiones en Hebrón, las personas soldado obligan a muchas personas comerciantes a venderles a los colonos; pero Laila se niega y les dice que nada podría obligarla a hacerlo. Cuando un hombre blanco llega a su tienda para comprar cosas, ella inmediatamente le pregunta si es un colono para saber si debe rechazar la venta. «¡Estoy segura de que algún día seré libre en mi tierra y visitaré todas las ciudades sin ninguna arma!» ella declaró.