El mes pasado, un único acontecimiento cautivó al público del mundo entero. Es casi como si el globo dejara de girar por la Copa Mundial; todo el mundo fijó su atención, admiró la grandeza de este acontecimiento y la experiencia de ver los partidos en directo en los estadios, y elogió a Qatar por su increíble hospitalidad y accesibilidad, y por la facilidad para moverse por el país.
Mientras contemplaba el desarrollo de este espectáculo, me preguntaba cómo sería un Mundial en Palestina. ¿Cómo funcionaría?
Comencemos por la construcción de los estadios. Las empresas tendrían que solicitar permisos en cada una de las fases del proceso. Pasaríamos años sólo para obtener el permiso legal para empezar a construir los campos. Desde que Israel ocupó los territorios palestinos y se asentó en el 78% de las tierras palestinas históricas, las tierras restantes fueron divididas en tres áreas, A, B y C. La zona C —el 60% de Cisjordania— está bajo control total israelí, lo que impide a los palestinos construir o ampliar pueblos y ciudades.
Como personas palestinas, no nos sorprendería que, una vez terminada la construcción de un estadio con todo su equipamiento, vinieran los tanques y las excavadoras de la ocupación y demolieran el campo, destruyendo años de trabajo agotador y de explotación de recursos humanos y naturales, de los que Palestina tiene poco. No nos sorprendería en absoluto. Estamos acostumbrados a despertarnos con las noticias de muchas familias que perdieron sus casas a causa de la ocupación y de sus medidas arbitrarias.
¿Qué pasaría si se construyera un estadio en las tierras de Masafer Yatta en el sur de las colinas de Hebrón, por ejemplo? ¿Se demolería el estadio y se desplazaría a los trabajadores, como ha hecho la ocupación israelí con las familias palestinas, expulsando por la fuerza a más de 1.000 personas de nueve pueblos que ahora no saben dónde estarán el mes que viene?
¿Esperaríamos puestos de control a la entrada de los estadios? Mediante la verificación de identidad se podría impedir a las personas palestinas musulmanas la entrada a determinados estadios con el pretexto de que el ejército israelí controla el área. Como una persona palestina, actualmente soy consciente de que, por ser quien soy, hay muchas restricciones y desafíos durante mi paseo por la zona H2 de Hebrón. También se me prohíbe por completo la entrada a la calle Al-Shuhada, la más importante de la ciudad. ¿Se me impedirá también asistir a algunos partidos por tener un documento de identidad palestino?
Me pregunto cuántos jugadores necesitaríamos en el equipo. El día del partido, ¿estarían presentes todos los jugadores que se han entrenado durante años? ¿O parte del equipo estaría dentro de las cárceles de ocupación israelíes o habrían sido asesinados y sus cadáveres retenidos? Esto ya ha ocurrido. El futbolista palestino Ahmed Atef Al-Dragmeh, de 23 años, fue asesinado el diciembre pasado. Quizás por eso nunca podremos clasificar al Mundial, porque nunca podremos mantener un equipo completo.
Quiero aludir a algo más. ¿Cómo se imaginan los trámites de entrada para que los invitados visiten los territorios palestinos ocupados? ¿Cómo funcionarían las cosas? En primer lugar, para entrar al país, ¿permitiría Israel que los visitantes llegaran a Palestina utilizando su aeropuerto? ¿Se determinarían los puntos de entrada en función de si eres una persona árabe o no árabe, musulmana o no musulmana? Por donde sea que entraran, todos sus objetos serían verificados, registrados y posiblemente confiscados.
Cada pequeño detalle de la vida cotidiana en Palestina requiere mucha reflexión y análisis. Nada ocurrirá rápida o fácilmente. Verán que la ocupación destroza nuestros sueños más básicos. Mi esperanza es vivir en paz y con justicia, permitiéndonos alcanzar nuestra seguridad y protección básicas. Ojalá fuéramos como los futbolistas en el estadio, que todas las personas tuviéramos los mismos derechos y tuviéramos la libertad de jugar.
Por último, quiero dejarles este poema del poeta palestino Tamim Al-Barghouti, quien lo compartió con el mundo durante la ceremonia de clausura de la Copa Mundial de Qatar:
¿Qué hace que los cansados jueguen?
¿qué hace que los tristes canten?
y, ¿qué trae a un poeta como yo a un sitio como este?
El juego es una breve visita a un mundo alternativo
Igualdad y justicia, aunque solo sea por un par de horas
Aquí no vemos a un equipo con botas supersónicas contra otro que debe jugar descalzo.
Ni un equipo que puede correr libremente por el campo contra otro que necesita visados para cruzar la línea media
Cuando la pelota está en el campo, ambos equipos pueden patearla.
Y cuando todo ha terminado, todos gozan de buena salud…
No se derrama más que sudor y los gritos son totalmente voluntarios.
¡Amigues!
Esto no es un juego, es una propuesta presentada por estas tierras y estas personas. Un mundo que la humanidad sigue proponiéndose
Es un sueño que vive un par de horas, pero es un sueño que ha vivido desde el principio de los tiempos. Es esto lo que hace jugar a los cansados. Y esto, para ser honestos, es la más digna de las victorias.
Corrección: una versión anterior de este artículo numeró erróneamente el número de pueblos que experimentan expulsión forzada en Masafer Yatta en 14, el número correcto es nueve.