En una entrevista que invita a la reflexión, Hisham Al-Sharbati, dedicado investigador y defensor de los derechos humanos de la Ciudad Antigua de Al-Khalil / Hebrón, ofrece valiosas perspectivas sobre el movimiento de Boicot, Desinversión y Sanciones (BDS). Con una amplia experiencia en diversas organizaciones de derechos humanos y como colaborador crucial de los Equipos y Comunidades de Acción por la Paz (ECAP) en Al-Khalil / Hebrón, Al-Sharbati ofrece enfoques profundos sobre la importancia de la resistencia no violenta y los retos a los que se enfrentan las personas palestinas en su lucha por la justicia.
Los tres elementos del movimiento BDS son las acciones de boicot, desinversión y sanciones. El BDS es una herramienta eficaz a distintos niveles, individual, empresarial y gubernamental, en la que el poder de los consumidores ejerce presión sobre un régimen opresor y aboga por la solidaridad internacional en apoyo de los derechos humanos. «El concepto de boicot a nivel individual significa que aprovechamos la libertad de elección para abstenernos de comprar artículos que benefician a los opresores», explica Al-Sharbati. «A nivel empresarial y de inversión, significa retirar las inversiones (desinvertir) del régimen y, a nivel estatal, los responsables políticos pueden imponer sanciones a las naciones que no respeten el derecho internacional».
El BDS no es una nueva forma de resistencia no violenta, sino que se inspira en muchas tradiciones históricas y antiguas de boicot como medio de protesta pacífica, incluidos los relatos del profeta Mahoma y el movimiento de liberación de Mahatma Gandhi. Al-Sharbati señala que más recientemente está el éxito de las acciones de BDS en el apartheid de Sudáfrica, «donde una minoría blanca gobernaba sobre una mayoría negra, lo que se parece mucho a nuestra situación en Palestina. Colocaron a las personas negras en las zonas A y B, les dijeron que eligieran un parlamento e incluso les permitieron ser miembros de las Naciones Unidas, pero en última instancia la política exterior y las claves económicas estaban en manos de la minoría blanca». Bajo este régimen opresivo de apartheid, los sudafricanos fueron capaces de aprovechar una campaña internacional de boicots, desinversiones y sanciones para desafiar al Estado y, en última instancia, desmantelar el apartheid. El movimiento palestino BDS se basa en acciones similares para hacer frente a la ocupación y la discriminación israelíes.
Al-Sharbati reflexiona sobre la historia palestina y recuerda la Gran Revuelta Árabe en Palestina de 1936 y la Primera Intifada como momentos de resistencia colectiva en los que los boicots desempeñaron un papel importante. En 1951, la Liga Árabe estableció una oficina de boicot en Damasco que dio lugar a una mayor organización de los esfuerzos regionales. «Recuerdo bien que había una marca de cigarrillos israelí llamada “Time”, que la mayoría de las personas palestinas solían fumar», dice Al-Sharbati. «Pero luego dejó de venderse por completo, incluso si ibas al mercado, no lo encontrabas. Esto se convirtió en un legado palestino».
Pero a medida que la ocupación israelí consolidaba su presencia, resultaba cada vez más difícil boicotear los productos israelíes. La Liga Árabe había conseguido dividir a las empresas, donde Coca-Cola estaba presente en Israel, pero no en Cisjordania, y Pepsi sólo servía a Cisjordania y a los países árabes sin productos en Israel. Lo mismo ocurría con las empresas de automóviles, donde Chevrolet estaba disponible para los países árabes, mientras que Israel tenía Peugeot, Subaru y Skoda. Pero con el colapso de la oficina de boicot, la firma de los Acuerdos de Oslo y los acuerdos de normalización entre Israel y las naciones árabes, a las empresas les resultó más fácil colaborar a través de los piquetes y ahora las marcas corporativas están disponibles en ambos lados de la Línea Verde.
Como personas palestinas que viven en un mercado controlado por la ocupación se ha vuelto extremadamente difícil boicotear sobre el terreno. Todas las exportaciones e importaciones están determinadas por el Estado de apartheid israelí. Por mucho que Al-Sharbati pueda educar sobre los méritos del boicot, en la práctica «como personas palestinas no podemos boicotear al 100%, aunque en Cisjordania tenemos un poco más de control que la persona palestina que vive dentro de la Línea Verde, que está rodeada por un mercado israelí y no tiene otra opción, o que la persona palestina de Gaza, que está sometida a los productos que Israel aprueba bajo asedio».
A pesar de estas luchas, Al-Sharbati mantiene la esperanza sobre el impacto de los boicots en el avance de los derechos palestinos. Subraya la necesidad de que las personas palestinas se eduquen y muestren compromiso político con los movimientos de solidaridad internacional. «Como persona palestina, debo ser el modelo a seguir y servir de palanca a otros para que cuando los británicos, estadounidenses y franceses boicoteen, esto afecte a la economía israelí», señala Al-Sharbati. «El extranjero no boicoteará hasta que vea que yo, una persona palestina, empiece a hacerlo».
Especialmente mientras continúa la guerra genocida contra Gaza, los llamamientos al boicot han cobrado fuerza y se han visto respaldados por décadas de organización política. De Ammán a El Cairo, pasando por Kuwait, McDonald’s y Starbucks permanecen vacíos, y las empresas locales de refrescos están en auge a medida que tiendas y restaurantes vacían sus existencias de productos Coca-Cola. Estos esfuerzos no sólo sirven para causar un impacto económico en la potencia ocupante, sino que también ofrecen un espacio para educar a medida que el movimiento se extiende en la esfera pública. Las comunidades comienzan a mantener conversaciones cuando aparecen etiquetas rojas en las estanterías de los supermercados para señalar los dátiles boicoteados y las aplicaciones de los teléfonos inteligentes pueden indicar qué champú comprar y qué chocolatina evitar, sirviendo en última instancia como medio para denunciar las injusticias de la ocupación israelí.
Estas acciones han contribuido a un cambio político, en el que Bélgica, Italia, España, Países Bajos y Canadá han suspendido las transferencias de armas a Israel, e incluso en la última votación del Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas, Estados Unidos cambió su tono al abstenerse en la resolución de alto el fuego en lugar de su habitual veto. «No estamos diciendo que la opinión del régimen estadounidense haya cambiado fundamentalmente; este movimiento puede ser táctico o algo más», señala Al-Sharbati, «pero la cuestión es que lo que está ocurriendo en Gaza ha tenido un impacto en el apoyo mundial a la causa palestina».
En conclusión, las ideas de Al-Sharbati arrojan luz sobre el poder y la complejidad de los boicots en la lucha palestina por la justicia. A través del activismo de base, la solidaridad internacional y el trabajo de apoyo estratégico, el movimiento BDS sigue siendo una potente fuerza de cambio que desafía la opresión y defiende los derechos del pueblo palestino.