Recuerdo el temblor de mis manos y los latidos de mi corazón mientras editaba la parte final de la película, cuando el ejército detiene a un niño y lo arrastra hasta el asentamiento. Mi colega filmaba mientras yo seguía al ejército e intentaba obtener información del niño, pero el ejército tenía una orden estricta de no dejarle hablar. Necesitaba su nombre y su edad para poder ponerme en contacto con su familia y luego con diversas autoridades para evitar su detención. Mientras editaba la escena, se me saltaron las lágrimas. Llamé a gritos a mi colega para que viniera a apoyarme; estaba al borde del colapso, e incluso ahora, cada vez que recuerdo el incidente, me afecta.
Recuerdo mi miedo mientras filmaba clandestinamente mientras entrábamos en el puesto de control y cómo registraban la identificación de mi colega. No sé de dónde saqué la fuerza y el valor para hacer aquello; los latidos de mi corazón eran tan fuertes como para llegar a la luna, pero Dios me dio fuerzas para seguir filmando y mantener la calma. Gracias a Dios no me pillaron. No puedo imaginar lo que habría pasado si hubieran descubierto la cámara.
Recuerdo cuando planeamos rodar la escena de la historia de Nisreen y fui con mi colega de Italia a filmar la zona de Tel Rumeida, una zona fuertemente vigilada llena de colonos y soldados. Mi colega fue a filmar una zona determinada, pero por ser una persona palestina, yo no podía entrar ni verla. Quería ver atisbos de las calles y del pueblo del que mis abuelos me contaban historias. Por desgracia, no pudimos captar muchas escenas, y todo terminó con nuestra detención.
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Esta película no es sólo una recopilación de vídeos e imágenes; es una parte de la lucha diaria de la gente, que verás dibujada con miedo, tensión y ansiedad, entrelazada con sacrificios y riesgos. Por otro lado, ilustra el amor y la risa que nos mantienen en pie, registros de cariño y preocupación por el sufrimiento de los demás y por cómo nos han afectado sus historias. La película cuenta una historia entre un millón de historias no contadas.
Y más importante aún, ilustra nuestra determinación a pesar de nuestras limitadas capacidades y recursos. Llevamos trabajando en la película desde febrero de 2023. Tras un año de perseverancia y retos para completar la película, conseguimos terminarla, aunque al final casi pierdo la cordura. Lo único que me quedó fue la luz de la esperanza, que me ayudó a creer que todo camino tiene un final dulce.
Hicimos esta película para contrarrestar la narrativa dominante. El opresor es el que siempre habla y la gente de todo el mundo se sienta a escuchar, olvidando que los supervivientes no tuvieron la oportunidad de hablar y compartir su dolor y sufrimiento. De este modo, intentamos abrir espacio para escuchar a la víctima, la que sigue sufriendo.
Recuerdo cómo se me llenaron los ojos de lágrimas cuando oí que Nisreen había perdido a su marido por culpa de los puestos de control y las bombas de gas lacrimógeno. Lloré cuando vi a Tareq hablar de su tío, un héroe que era como un olivo delante de todos los soldados. Haj Suleiman estuvo presente en todas las procesiones y manifestaciones, sobre todo en la procesión para abrir la calle Shuhada. La película inmortaliza la memoria de estos héroes y nos mantiene comprometidos en la búsqueda de justicia para las personas palestinas, como Nisreen y Tareq, y sus familias.
En un país triste y doloroso, con masacres continuas desde Gaza hasta Hebrón y Yenín, todos los gritos nos piden que ayudemos a detener el derramamiento de sangre. Pero al cabo de un tiempo, el mundo se olvida y sigue adelante. Comenzamos nuestra historia a partir de la masacre de Hebrón, y la terminamos con los sueños de Nisreen y Tareq. Describimos el encanto de la ciudad vieja y la belleza de las colinas de Hebrón, y a través de escenas de niños y niñas, mostramos que nuestra historia continúa y que nuestro sueño de libertad es ilimitado y no puede detenerse.
Recuerdo haber ayudado a la comunidad a esconder el cemento después de que hubiéramos terminado de filmar, de modo que, si el ejército venía y demolía una casa o una tienda, pudieran construir otra. A pesar del poder del ejército y del apoyo de los países ocupantes, no tenemos miedo y continuamos la labor de nuestros antepasados.
Puede que sea parcial por ser de Hebrón, porque es mi país, y mi cuerpo está hecho de la bondad de la tierra, de los alimentos y el agua que fluyen con amor por el administrador de la tierra. Aunque viaje a otros lugares, siempre sabré que mi país, Palestina, y mi ciudad, Hebrón, son el lugar más hermoso que he visto y lo más bello del mundo.
Como dijo el mártir Suleiman, «o vivimos en esta tierra con dignidad o moriremos como mártires bajo tierra». De esta tierra no nos desplazarán, ni estaremos presentes en los museos para que la gente nos recuerde y conozca nuestra historia. Nuestra historia existe con nuestra existencia.
Por último, el objetivo de la película no es causar desesperación, sino pedirles que apoyen y estén al lado de un pueblo que lucha contra el colonizador y combate contra el sistema opresor desde hace generaciones. La luz permanecerá, y nuestra sangre y nuestros cuerpos serán una forma de narrar la tierra de nuestros antepasados. Como dijo Mahmoud Darwish, «Sobre esta tierra hay algo que merece vivir».