por Marilyn Paarlberg
«Necesitamos ventanas al mundo exterior—ventanas
para dejar salir nuestra historia, para dejar entrar la luz. Necesitamos que
ustedes sean nuestras ventanas. ¿Sera usted una ventana? Lo sera? Y usted, y usted?»
El dedo que me señala a mí, los ojos que se encuentran
con los míos, la voz que se cierra en mi conciencia, es eso de
«Amal,» una de varias mujeres palestinas a quien he conocido hasta
ahora. Estoy en Cisjordania como
parte de una delegación conjuntamente patrocinada por Equipos Cristianos de
Accion por la Paz y la Iglesia
Reformada de América. Hemos venido a aprender a protestar en maneras no
violentas, a pararnos en solidaridad con palestinos e israelíes quienes
trabajan por la paz en esta tierra dividida y devastada por la guerra.
Amal es una representante articulada de todas las
mujeres palestinas que han abierto sus corazones, sus hogares, sus historias a
nosotros. Ella vive en Deheisheh, uno de varios campamentos para refugiados de
Las Naciones Unidas para los treinta a cuarenta mil palestinos que han sido
forzados a salir de sus aldeas por orden del gobierno pero que se niegan a
dejar su patria—los «desplazados internamente». Ubicado dentro de
Belén, Deheisheh es un laberinto de calles y callejones angostos y enredados.
Es una comunidad de contrastes. Las paredes monótonas de bloque de cemento-
sirven como lienzo para murales pintados, algunos representando aldeas
ancestrales que existen sólo en la memoria de los residentes más viejos del
campamento. Un parque de juegos del jardín infantil esta rodeado con alambre de
cuchillas. Aquí y allá, un arbol de higos crece junto a una cerca cubierta con
fotos de hombres jóvenes que han «desaparecido».
Las caras arrugadas de mujeres como Amal dicen
historias de sufrimiento. Las suyas son
historias de paredes, de barricadas, y de retenes; de abuso físico y
verbal; de hogares destrozados, robados, o arrazados; de arboledas de aceitunas
cortados, pozos envenenados,
servicios negados. Son historias de leyes arbitrarias, el arresto y encarcelamiento de niños tan jovenes
como de catorce ¿»Hay algun
cuestionamiento,» Amal se cuestiona en voz alta, «que las mujeres
palestinas ya tienen el sueño ligero?»
Las razones para y la historia del conflicto presente
son complejas y de gran alcance, pero es claro para todos nosotros quienes nos
hemos estado reuniendo y
conviviendo con palestinos esta semana pasada, que los que han llamado a
esta región, su hogar durante siglos quieren existir en justicia y paz con sus vecinos— los judíos, musulmanes y cristianos
semejantes.
¿Será usted una ventana? Amal me mira. ¿Contara usted
nuestra historia? Yo continuo reflexionamdo en su pregunta, reconociendo que ya
he abierto la ventana.
[Miembros
de ECAP/ delegación de la Iglesia Reformada 6-18 de abril incluyeron a Tom
y Sharon Arendshorst (Holland, Michigan), Barbara Carville (Grand Rapids,
Michigan), Fathiyeh Gainey (Palestina y Londres, Reino Unido), Tom Goodhart
(Ridgewood, New York), Sarah MacDonald (Iowa City, Iowa), Gloria McCanna
(Fishkill, New York), John y Marilyn Paarlberg (Albany, New York), Sandra
Milena Rincon (Bogota, Colombia) y Marlin Vis (Zeeland, Michigan).]